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Jorge Luis Borges es una inagotable fuente de sorpresas.Sus Obras, sus pensamientos, su particular idiosincracia,en este jardín de senderos que se bifurcan

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El mundo virtual de Borges

Adriana Cortés
Entrevista con Arturo Echavarría
El mundo virtual de Borges

Arturo Echavarría, novelista y ensayista puertorriqueño, propone en sus libros El arte de la jardinería china en Borges y otros ensayos, y Lengua y literatura de Borges (Iberoamericana/Vervuert), una nueva forma de adentrarse en el laberinto literario del escritor, sin perder el hilo de Ariadna.

¿Por qué analiza la obra de Borges desde el lenguaje?

–La crítica se había enfocado a la metafísica, en la obra de Borges, que él trataba de un modo muy equívoco, porque él defendía el idealismo planteado en el siglo xviii por el obispo Berkeley, quien dice que el mundo no existe sino cuando lo percibimos. Sin embargo, se llegó a desembocar en una situación insostenible, según la cual Borges es un idealista anacrónico que niega la existencia del mundo, como Berkeley. En uno de los epílogos a sus libros de ensayos, él dice que le interesan las ideas religiosas y metafísicas por su valor estético. Yo empecé a examinar todo esto, que era muy contradictorio en Borges, e hice un examen de lo que pensaba sobre el lenguaje y de las influencias que tuvo de filósofos del lenguaje, la principal de ellas, la del judío checo Fritz Mauthner.

–¿Cuál es entonces la postura de Borges frente a la metafísica?
–Cuando Borges habla de metafísica, no lo hace en el sentido tradicional, porque él no estaba interesado en aplicar esas ideas. Si la doctrina de Berkeley se impone al mundo real, nadie creería que si cerramos los ojos el mundo desaparece, aunque a veces quisiéramos que fuera así. Aplicado al fenómeno literario, esto es cierto, es decir, los personajes no existen fuera de su percepción. Cuando usted termina de leer un libro, lo cierra y ese mundo desaparece. Es un mundo estrictamente virtual que surge del lenguaje literario que crea ese mundo. Los asuntos metafísicos vistos desde el punto de vista del análisis del lenguaje explican muchísimo la obra de Borges. Varios críticos plantean el rizoma como un procedimiento superador del palimpsesto y del intertexto en la poética de Borges. La concepción de rizoma ha sido una de las más interesantes producidas por la escuela postmodernista: consiste en la idea de que los conceptos tienen unas excrecencias que jamás se comunican. Creo que en Borges esto se puede ver, y ha llevado a algunos críticos a postular que no dice nada. Porque el rizoma plantea la negación de una afirmación única de conocimiento, en ese sentido, Borges es rizomático. Mi única reserva es que yo creo que sí dice, y que a pesar de todas estas contradicciones y desensamblajes que él mismo lleva en su propia obra, como él se desmonta, yo creo que, en el fondo, el resultado no es meramente un negativo, sino un positivo. Él cree que el mundo está lleno de contradicciones. Él cree que el racionalismo puro y simple nos ha llevado al desastre, que es una de las premisas de los postmodernistas: el uso indiscriminado del racionalismo. Borges postula al fin de cuentas que hay algún tipo de sentido en el mundo y que muchas veces es individual y personal, que no se puede proyectar en verdades eternas, absolutas e intransigentes. Creo que la concepción de rizoma es excelente, aunque me aparto un poco de ella.

–¿Qué relevancia adquiere el lector en la construcción de la obra borgeana?
–Para Borges el lector es el que construye el texto, no el escritor. Volvemos a la posición de Berkeley: algo que no es percibido, no existe. Y el lector es no solamente el que actualiza, en el sentido filosófico, el texto, sino que lo altera, y lo hace porque el lenguaje es ambiguo. Eso lo elabora Borges en el que se suele llamar su primer cuento más conocido, que es "Pierre Menard, autor del Quijote". Menard no es un escritor, sino principalmente un lector.

–¿Qué coincidencias encuentra entre "La muerte y la brújula", de Borges y "La araña homicida", anécdota narrada por Martín Luis Guzmán en El águila y la serpiente?
–Estaba leyendo a Martín Luis Guzmán, un gran prosista, y de pronto di con esa trama de El águila y la serpiente, de publicación muy anterior a la redacción del cuento de Borges. Una de las veces que trabajé con Borges le pregunté: ¿Usted ha leído a Martín Luis Guzmán? No –me dijo–, ni siquiera sé quién es. Cosa que podría ser verdad, pues con él había que andarse con mucho tiento, porque en varias ocasiones hacía de las entrevistas obras de ficción que era necesario descodificar. Borges era muy amigo de Henríquez Ureña y de Alfonso Reyes, quien estaba de embajador de México en Buenos Aires, y era muy amigo del grupo de Sur. Ellos eran miembros del Ateneo de México, junto con Martín Luis Guzmán, así que quizás en una plática hablaron sobre El águila y la serpiente. Cuando se va un poco más al fondo del asunto, se da uno cuenta que estos dos grandes escritores postulan problemas que han preocupado a muchísimos escritores latinoamericanos: la cantidad de intelectuales que han sido fusilados y torturados, y que se vieron necesitados de incidir en aquella barbaridad que estaba pasando, es decir, entregarse a la acción y terminar torturados, asesinados, desaparecidos.

–¿Fue ambigua la postura de Borges frente al realismo?
–Borges no fue realista, ya lo han dicho algunos críticos muy sagaces, como Beatriz Sarlo, que toda esta insistencia de él de sus primeros ensayos era una batalla que él tenía entablada contra el realismo literario que prevalecía en aquel momento en América Latina. En El arte de la jardinería china en Borges y otros ensayos, lo que yo planteo es que Borges pensaba a solas y en silencio, muy profundamente, sobre los problemas históricos, y a pesar de que él declaró que no le importaba la política, esto no era exactamente así, y apoyo mis opiniones con citas de él.

–¿Cómo recuerda a Borges?
–Lo recuerdo muy afable, aunque era muy tímido. Era un gran conversador. Borges era una de las cabezas más extraordinarias que he conocido en mi vida, una cabeza gigantesca. Uno se sentía apabullado, un poco víctima de esa cabeza, tenía un sentido de la agudeza terrible
Fuente: la Jornada semanal
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Maria Kodama en la Feria del Libro Alta Gracia 2008

La viuda de Borges leyó un texto inédito y respondió preguntas del público. El evento fue un éxito
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Hablando de Borges con María Kodama

El 24 de agosto de 1999, cuando se cumplía el centenario del nacimiento del poeta y escritor más celebrado por los argentinos, el sitio de poesía miBorges.com quiso sumar sus páginas a los muchos homenajes que se le tributaron dentro y fuera del país a cuya memoria colectiva pertenece. Este reportaje (realizado en julio de 1999), de los pocos que concedió María Kodama en su momento, fue publicado oportunamente
Todo 1999, año del centenario del nacimiento de Jorge Luis Borges, está dedicado a su obra. Pero específicamente este mes de agosto, y su epicentro el día 24, son la evidencia, la expresión y la justificación de esta borgesmanía aquí, en su patria chica, la Argentina, y en su patria grande, el resto del mundo. Este acontecimiento intelectual, que engloba reediciones de sus obras, conferencias, seminarios, documentales y películas alusivas, incluye además, por ejemplo, un homenaje en la Biblioteca Nacional de Francia,

disertaciones especiales en la Universidad de Manila, cursos en Oslo, simposios en Guatemala, exposiciones en Nueva York y mesas redondas en Varsovia y Praga. En Buenos Aires la propuesta es sumamente amplia, desde un concurso internacional de poesía y cuento denominado especialmente Jorge Luis Borges, realizado por la Secretaría de Cultura de la Nación, cine, video y televisión, publicaciones conmemorativas y siempre nuevas biografías con detalles "desconocidos", espectáculos musicales en el teatro Colón y en el Centro Cultural General San Martín, clases especiales en las escuelas. Además, el 18 podrá verse en el Museo Nacional de Bellas Artes la exposición itinerante de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que iniciara su recorrido mundial en Venecia, en marzo pasado. Sumándose a este festejo del cumpleaños número 100 de Borges, miBorges.com dialogó con su viuda, María Kodama, recién llegada de presentar en Europa esa exposición alusiva.

El encuentro parecía que iría a realizarse en un lugar inexistente, casi idílico. Se trataba de una pequeña librería -Opera Prima- que en su parte posterior presenta un apacible piano-bar y restaurant y, en frente, el sol desparramado en estallido invernal sobre el verde de la plaza Vicente López, en Buenos Aires. Sin embargo las condiciones para el diálogo estaban dadas así realmente y eran perfectas. Allí estaba esta señora de mirada lánguida, sin maquillaje alguno, que mira a su interlocutora directa y permanentemente a los ojos, con anillos de plata en todos sus dedos incluidos los pulgares. Para quienes no la conocen demasiado, he aquí una breve biografía: escritora argentina, compañera durante muchos años y segunda esposa de Borges, a quien conoció siendo estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras. Publicó en colaboración con él Breve antología anglosajona (1978), Atlas (1984), testimonio de viajes realizados en conjunto alrededor del mundo, y una traducción del primer libro de la Edda Menor de Snorri Sturlson, además de colaborar con él en la dirección de su colección Biblioteca Personal. Fue gran sostén de la actividad literaria y personal de Borges, quien le ha dedicado gran cantidad de textos y prólogos. Esta es una síntesis de esa charla.

-María, hay preparada una verdadera maratón de homenajes a Borges...
-Sí, es impresionante. Además, la Fundación ha preparado esta exposición que se realizarà desde el 18 de agosto al 8 de septiembre, que hemos elaborado especialmente para la fecha y por la que estamos agradecidos a la Secretaría de Cultura, a la Presidencia, al Fondo Nacional de las Artes y a la Cancillería por sus aportes. Además importantes escritores recordarán la figura de Borges, entre ellos, Héctor Bianciotti y José Saramago.Se suman al programa los profesores que están realizando la obra completa con variantes de texto y aparato crítico, para especialistas y estudiosos del tema; va a haber una gran actividad.

-¿Una nueva obra completa?
-Sí, se toma el texto que Borges consideró entre comillas definitivo y las variantes que el escritor ha realizado antes. Han salido cosas interesantes sobre todo en los poemas, que decididamente pasan a ser otros, una palabra cambia un mundo. Para estudiantes y profesores será sumamente útil porque servirá para profundizar su estudio, abordando la obra desde otra visión, y para un escritor es fascinante porque es una lección de estilo, es mostrar cómo ha ido tallando ese brillante que es la obra completa.

¿Cuál es la obra, el libro que más te gusta de Borges?
-Tengo muchos poemas y cuentos predilectos. Algún día voy a hacer la antología de mis textos preferidos.

-¿Te sentiste desplazada en tu obra como escritora al dedicarle todo tu tiempo, toda tu vida a Borges?
-No, para nada, ahora que termine este centenario, empezaré a publicar mis cosas. No soy ansiosa, no tengo prisa, sé esperar mi momento.

-Pero fuiste sus ojos...
-Me divertí muchísimo con él, nunca lo consideré como ciego o sentí distancia existencial por haber sido él una persona infinitamente mayor que yo. Lo conocí cuando yo era muy jovencita y para mí era un compañero de juego, de diversión, era mi compinche de juegos intelectuales, además porque tampoco él lo consideraba de otra manera.

-Hoy, a tantos años de su muerte y con todo el bagaje de ser la encargada de la difusión de la obra, ¿sentís ese papel del destino que te tocó?
-Pienso que es como un regalo de los dioses, lo vivo como una cosa realmente maravillosa, y agradezco -si existe un Dios o dioses- el don que me fue dado, que es único.

-¿Qué pensás de esta borgesmanía?, Borges se volvió moda...
-Sí, es moda, es verdad, acentuada lógicamente por el centenario y todo el movimiento que el hecho produce. Pero más allá de ello, es todo positivo. Porque se da la posibilidad de la reimpresión de sus obras, de nuevas ediciones en otros idiomas, de todo esto que hace que nuevas generaciones, las del próximo siglo, se acerquen de algún modo a esta obra. Desde ese punto de vista la manía es positiva.

-¿Quedaron escritos inéditos de Borges?
-Sí, algunos prólogos y un guión que escribió para Venecia, una de las ciudades laberinto preferidas por él.

-Se dice que en la literatura argentina Borges es un hito, hay un antes y un después de él...
-Eso mismo también me lo hicieron saber escritores y críticos en España, sienten que su literatura quedó completamente transformada a partir de la influencia de Borges. Es fascinante porque teniendo en cuenta la metáfora del siglo pasado con relación a la Madre Patria, las dos grandes revoluciones de la lengua les llegan sin embargo desde América; una, el modernismo con Rubén Darío, y la segunda, toda esta renovación revolucionaria desde la prosa y los poemas de Borges.

-Incluso ese tironeo de parte de ingleses, franceses o suizos por considerarlo que fue escritor de tal o cual país...
-Ese es un juego intelectual magnífico, pero hablando seriamente, Borges es un escritor esencial y eminentemente argentino, con todo lo que ello significa ese bagaje. Y esa es la maravilla, el haberse dado cuenta a tiempo de qué forma debía torcer el timón para que su país sobresaliera en literatura, aunque sin proponérselo de una manera obsesiva, o entre comillas nacionalista, que él no lo era, porque detestaba todo ese rumbo de algunos países o personas. Creo que es lo que hace que él sea tan argentino, el destino de ser argentino. Borges amaba a su país, tuvo muchas oportunidades de irse, pero consideraba que tenía que escribir su obra aquí.

-¿Sentís su presencia?
-Sí, siempre. Racionalmente sé que él ha partido, pero interiormente está siempre conmigo, es una cosa muy linda, muy dulce. Siento su protección y complicidad permanentemente.
El sentido de lo épico
en la obra de Borges

El diálogo fue derivando al tema del culto, la exaltación del coraje en la obra borgeana.

"El amaba la épica, pero no era militarista ni amaba la guerra. De la guerra exaltaba esa visión romántica de las sagas, de la literatura épica, es decir, la historia del combate singular, del más valiente, del que lucha por la causa noble, que generalmente es el derrotado. Esa temática era lo que a él lo conmovía y esos códigos de honor que existían en otra época o que no existían pero que la literatura hizo que existieran, y que para él eran la esencia de lo que es o debería ser un ser humano, es decir, el respeto, el respeto por el otro, por el enemigo. Recuerdo justamente un hecho muy emotivo ocurrido cuando le dieron el doctorado en la Universidad de Oxford en Inglaterra.

 Nos llevaron a visitar un wall memorial de los estudiantes famosos de esa casa de estudios. Ibamos recorriendo junto a la gente de la universidad ese pabellón y yo le iba leyendo los nombres que estaban en la pared. Llegamos al sitial de los caídos en la Segunda Guerra Mundial, en determinado momento comienzan a aparecer nombres de origen alemán. La inscripción de esa placa decía, a fulano, fulano y fulano, estudiantes de esta universidad que murieron defendiendo a su patria, Alemania. Borges se emocionó y lloró, lloró porque para él la épica era eso, no el rencor y el odio al enemigo, sino el reconocer el valor de esos jóvenes que cayeron por su patria de nacimiento, su fatherland, y porque su patria intelectual, Inglaterra, les rendía también su homenaje. Había hallado un hecho tangible de aquello que siempre buscó expresar en su obra, lo humanamente hermoso".

Un poco también es lo que sucede con su saga de compadritos...

-Por supuesto, todos esos héroes que creó para la Fundación mítica de Buenos Aires, esos compadritos no son seres viles, son seres que mantienen una ética, un código de honor y que luchan por el valor y por otra historia. Pero ninguno de ellos, cuando uno los ve, es un ser vil o deleznable, respetan su código a ultranza, ése es su mundo épico, el mismo que inspiró el poema Juan López y John Ward, referido a la Guerra de las Malvinas que forma parte de Los Conjurados. De alguna manera ese poema cierra, corona esa idea de épica entre sus dos patrias intelectuales.

El poema Juan López y John Ward
Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provistro de lealtades,
de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Jorge Luis Borges

Fuente:http://www.miborges.com.ar/reportajes/mariakodama.htm
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El Poeta ciego y la niña de sus ojos


El Poeta con mayúsculas, para el que el tiempo, el espacio, el infinito, la historia y la mitología conformaban un todo inseparable. El poeta ciego que, como Homero, cuajó el mundo de “sirenas y piedras imanes que enloquecen las brújulas”, de laberintos y mitos que se han convertido en adjetivos. Borges presenta en estas fotos su lado más amable, más humano, más feliz. Nos demuestra, afortunadamente, que mentía cuando escribió aquello de “he cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer, no he sido feliz”. Lo encontramos en Egipto “modificando el Sahara”, en Ginebra hablando con fantasmas ilustres, en Creta perdido en el laberinto, en París, Londres, Madrid…en su Atlas personal, reconstruyendo el relieve, los idiomas, los olores…al pasar sus dedos sobre el mapa invisible.


María Kodama, 30 años menor que Borges, lo acompañó en sus viajes para ejercer el enorme privilegio de ser sus ojos. Con una cámara al hombro y la capacidad de traducir el mundo para él, se convirtió en su musa, en la niña de sus ojos. Así, encontramos toda una serie de Haikus en el libro “La Cifra” dedicados a ella, “¿es o no es el sueño que olvidé antes del alba?”. Un atlas para ellos, dice María Kodama, era “un pretexto para entretejer en la urdimbre del tiempo nuestros sueños hechos del alma del mundo”, un lugar para el amor en su acepción más verdadera. No obstante, este amor se ha visto manoseado y ninguneado después de la muerte de Borges; pleitos y reclamos por derechos de autor han conseguido enemistar a muchos intelectuales con la viuda Kodama.


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El Atlas de Borges

El “Atlas de Borges” es un libro fruto de los viajes que con María Kodama y su cámara de fotos realizó Borges en los últimos años de su vida.
Es por tanto, el Atlas de Borges, un recorrido de recorridos de recorridos y, como señala Hermán Lombardi, ministro de cultura de la ciudad de Buenos Aires, “al recorrer los mismos lugares generará otra trama, similar pero diferente.”
Son 130 fotografías tomadas por María Kodama acompañadas de epígrafes, haikus y pequeños textos de Borges que, siendo ya ciego, decidió recorrer el mundo para verlo con sus cuatro sentidos restantes

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Borges y María Kodama

Borges ya no abandonará la casa materna hasta la muerte de su madre a los 99 años.

Con la visión cada vez más escasa, Borges hizo de su madre su asistente, su guía y compañA su muerte y ante la invitación de una universidad estadounidense, una joven discípula de ascendencia oriental, María Kodama, viaja con él y se convierte en su secretaria.

Desde 1975 Kodama fue el lazarillo del escritor y su inseparable compañera ocupando el lugar que dejó doña Leonor. Él tenía 76 años, ella promediaba los veinte.
Ambos contrajeron matrimonio mediante un poder en Paraguay 49 días antes de la muerte del escritor ocurrida en Ginebra el 14 de junio de 1986.
Para entonces Kodama era la única heredera de Borges que dejó a Fanny una suma de dinero. "Yo sé que mi vida ha sido una trama de errores", confesaba Borges en 1976. "He sido indiferente, he sido cruel, sí, pero por estupidez", dijo quien se arrepintió públicamente de no haber sido "más feliz".
Ya completamente ciego, se le preguntó qué desearía volver a ver si recuperara la visión: "Por raro que parezca, yo diría mujeres, ¡mujeres jóvenes!", respondió

Fuente:http://lakbzuhela.blogspot.com
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Borges y María Esther Vázquez

El retrato, desde luego, no es aséptico: María Esther Vázquez fue, según confesión propia, uno de los muchos amores de Borges, aunque al parecer no del todo correspondido por ella. Como otras mujeres que la antecedieron y siguieron, Vázquez atendió al escritor en las largas décadas de ceguera que precedieron a su muerte.

En su biografia hecha a Borges Maria Esther, expresa un indisimulado recelo hacia María Kodama, la segunda esposa y albacea literaria de Borges. El papel de esta última en alejar a Borges de sus amigos y de su familia en el último lustro de su vida parece indiscutible; cosa distinta es si aporta algo la relación de pequeños deslices y mezquindades que Vázquez le achaca, y que parecen nimiedades innecesarias ante el cargo mayor que construye contra Kodama: haber dominado al Borges anciano, amargado sus días, precipitado su muerte y alterado su testamento, nada menos.
Ajustes de cuentas aparte (aunque debe notarse que sólo este afán explica el título del libro), Esplendor y derrota no es una gran biografía. Sabemos lo que sucede, pero no por qué. El estricto orden cronológico no es literario (y la biografía es, a no dudarlo, literatura). Alternativamente se ofrece demasiado poco (de los años formativos de Borges: sabemos a quién conoció, pero no quiénes eran, qué significaban, todos aquellos poetas argentinos que se enumeran fatigosamente) o en exceso (la descripción pormenorizada de sus viajes). La narración se pierde con frecuencia en disgresiones, y en ocasiones repite datos que ya ha ofrecido unas páginas antes. No obstante, pueden salvarse de la biografía las jugosísimas anécdotas borgianas y los breves comentarios a algunas de sus obras, que desentrañan aspectos oscuros referidos a la influencia del entorno y las vivencias del autor sobre ellas.
Como aproximación a Borges, en definitiva, Esplendor y derrota es sólo tolerable. Quien realmente desee conocer al escritor, que no lo dude y acuda directamente a su obra.
Fuente:http://lakbzuhela.blogspot.com
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Borges y Elsa Astete

El encuentro. Borges y Elsa Astete se conocieron en La Plata, en 1931. Ella tenía 20 años, venía de la tranquilidad pueblerina de 9 de Julio, y su vida de entonces era de escuela y ocio, de paseos por el bosque y de té con masas en el Jockey Club.

El hombre que le presentaría a Borges fue Pedro Henríquez Ureña, historiador dominicano que había tenido que abandonar Santo Domingo porque el dictador Rafael Trujillo se había enamorado de su mujer.
El encuentro ocurrió una tarde, cuando Ureña llamó a su amiga Elsa y a su hermana Alicia, y las convocó a una cita a ciegas en el Museo de Bellas Artes, donde habría una conferencia. El conferencista era Néstor Ibarra, quien acabaría casándose con Alicia, y el joven que lo acompañaba se llamaba Jorge Luis Borges.
En 1931, Borges tenía 32 años y era un intelectual joven educado en Europa, ignorante todavía de que iba a ser el más grande escritor contemporáneo en lengua española. Había publicado un ensayo, Evaristo Carriego, que además de hacerle ganar tres mil pesos en un premio le había valido que Victoria Ocampo lo integrara a la revista Sur. En esa época estaba enamorado de Elvira de Alvear y ya era amigo de Adolfo Bioy Casares.
Aquella cita a ciegas en el Museo de La Plata sería el disparador de la relación. En la versión de la mujer, "después de que Henríquez Ureña nos presentó, nos fuimos a tomar el té al Jockey Club, y a la semana siguiente Alicia y yo fuimos a Buenos Aires para encontrarnos. Desde entonces no me dejó más. Me perseguía a sol y a sombra. Fue en esa primera cita cuando Borges me juró amor eterno".
¿Eterno? Aun tratándose de Borges, parece mucho decir. Durante los dos años que estuvieron de novios, él empezó a usar barba, recopiló sus artículos periodísticos en un libro y empezó a ser un escritor conocido.
La rutina del amor iba por los carriles de la época y, no bien comenzaron a hacer planes de casamiento, se comprometieron formalmente. Después, cuando la relación terminó, Borges decidió no hablar nunca del tema y hubo que esperar 50 años para que Elsa, enigmática, aludiera elípticamente a lo sucedido:
"No se dio", diría apenas.
Lo que ocultaba esa frase era un episodio de infidelidad que acabaría en el primer matrimonio de Elsa Astete y en el primer desengaño amoroso del poeta: durante una fiesta de cumpleaños ella había conocido a Ricardo Albarracín Sarmiento, y se había enamorado de él.
Fue una relación clandestina que Borges ignoró hasta el final: seguía viviendo en Buenos Aires, viajaba los sábados a La Plata para visitar a su novia, y fue el último en enterarse de lo que ocurría.
En la versión de Elsa, las cosas ocurrieron así: "A los 15 días de haberme casado, Borges, que no sabía nada, seguía llamando a mi casa. Mamá no sabía qué decirle, y yo me desentendí del tema. ‘Eso es problema tuyo’, le dije. Finalmente ella, que era correctísima, le dijo: ‘Mire, Borges, discúlpeme, pero me veo en la obligación de decirle algo: no llame más, porque Elsita se casó’".
La madre le contó a su hija que Borges hizo un breve silencio y después dijo: "Ah, caramba", y colgó.
Historias paralelas. En los años en que estuvieron separados, las historias de Borges y Elsa Astete fueron paralelas.
Ella, convertida en señora de Albarracín, tuvo un hijo que llevó el nombre del padre. La pareja vivía en una casona del Tigre y seguía viajando a La Plata, donde tenían una casa quinta, y Borges, para la mujer, apenas si era un recuerdo difuso.
Cuando le tocara a Borges hablar de la ruptura y de los años que le siguieron, diría dulzonamente: "Sólo la esperaba a ella". Desde luego, eso no parece cierto: entre 1933 y 1965, cuando se volvieron a encontrar, el escritor se enamoró muchas veces, y entre sus mujeres estuvieron Estela Canto, Silvina Bullrich y María Esther Vázquez.
Durante los años en que Borges estuvo sin saber de ella, Elsa enviudó y supo de él sólo lo que se decía de su carrera como escritor. Ni siquiera vivían en la misma ciudad: ella había vuelto a La Plata, donde había decidido quedarse después de la muerte de su esposo, y él estaba en Buenos Aires el tiempo que no pasaba viajando.
La ceremonia del reencuentro, tratándose de Borges, no podía empezar sino como empezó: con un sueño.
Dice Elsa: "Me contó que una noche soñó conmigo y le brotó como una ansiedad enorme de verme. Como mantenía una relación esporádica con una hermana mía, la llamó. Hablaron de bueyes perdidos, y al final le dijo: ‘Decime, Alicia, ¿qué es de la vida de Elsa?’. ‘Bueno’, le dice mi hermana, ‘vive en La Plata; se casó, como ya sabrás. Lo que no sé si sabés es que enviudó hace tres años’".
Borges quedó sorprendido pero no perdió el tiempo: llamó a su primera novia, y lentamente las cosas volvieron a ser como antes.
Segunda parte. De este segundo noviazgo, que duró casi tres años e incluyó, como el primero, un formal compromiso con anillos, a Elsa Astete le quedó grabada una anécdota que la hizo sentir indispensable. Sucedió una noche, en casa de Borges, cuando el escritor, ya casi ciego, fue hasta la biblioteca y a tientas pero sin dudar tomó un libro y lo llevó hasta donde estaba la mujer. En la página donde lo abrió había una foto de ella en traje de largo.
–Georgie –dijo admirada ella–, una foto mía...
En eso entró Leonor Acevedo, y le dijo a su futura nuera:
–¿Querés que te diga una cosa? Cada noche de su vida, antes de acostarse, "miraba" tu foto.
El 21 de setiembre de 1967, Jorge Luis Borges, soltero, 68 años, se casó por iglesia con Elsa Astete Millán, viuda, de 57.
Durante los primeros tiempos, la pareja vivió en la casa de él, Maipú 994, 6° piso B, compartiendo sus días con Leonor Acevedo. En el recuerdo de Elsa, contra lo que pudiera pensarse, la madre del escritor no intervino para perjudicar la relación. Diría años más tarde: "Mientras vivimos juntos nos llevamos muy bien. Es increíble, pero lo pasamos muy bien como matrimonio y con la madre".
¿Hasta dónde creerle? Según los amigos del escritor, los celos de Elsa hacia Leonor Acevedo eran terribles, y no permitía que Borges le diera dinero, como lo había hecho durante años. Unos meses después del casamiento, la pareja se mudó a un departamento de la calle Belgrano, donde hicieron por primera vez la experiencia de vivir juntos y solos, y allí la rivalidad entre su esposa y su madre cobró mayor virulencia y el escritor tuvo que empezar a visitar a escondidas a Leonor.
Esa experiencia, además, llevaría a la pareja a enfrentar definitivamente la realidad: la convivencia era intolerable. En una entrevista publicada en 1993, Elsa Astete admitió que no fue feliz junto a Borges: "Era introvertido, callado y poco cariñoso. Era etéreo, impredecible. No vivía en un mundo real ".
La rutina matrimonial tampoco parece haber sido excitante: "Yo lo despertaba a las 8 de la mañana. Ya estaba el baño preparado. Se bañaba durante una hora; después salía con olor a jabón, ¡qué rico! Se vestía. Tomaba su café con leche con pan y manteca, y se iba a la Biblioteca. Volvía a la 1. Almorzábamos. Se iba a dormir hasta las 4 y media. Tomaba un café con leche, no le gustaba el té, y se iba a la Biblioteca otra vez. Llegaba a las 8 de la noche. A esa hora,casi todos los días, íbamos a lo de Bioy Casares a cenar. Cuando volvíamos, Georgie se ponía su pijamita, y nos íbamos al living a leer hasta las 2 ó 2 y media de la madrugada".
En palabras de María Esther Vázquez, "la vida con Elsa era de una aridez desoladora. Según contaba el propio Borges, los únicos temas de conversación eran los recorridos de los tranvías o de los colectivos. En la mesa, al mediodía, a la hora del té y a la noche, había largas discusiones entre Elsa y su hijo acerca de qué calles tomaba el ómnibus 48 en su largo viaje al barrio de Flores. (Borges) se aburría (...). Le gustaba contar sus sueños y soñaba casi todas las noches; por eso, le extrañaba al principio y le molestaba después que Elsa jamás soñara. No podía concebirlo".
A poco de casarse, Elsa había comenzado a adueñarse del Borges público además del privado. Le manejaba el aspecto y también el dinero. "A la casa la administraba yo. Georgie odiaba la plata y me decía: ‘Vos ocupate de cobrar lo que sea. Odio la plata y, más aún, hablar de ella. A mí no me des nada. Yo te pediré cuando necesite para mis libros...".
María Esther Vázquez cuenta que Elsa lo instaba a cobrar sus conferencias y a duplicar el caché momentos antes de que se iniciaran, cuando la sala ya estaba llena, y añade que su esposa no era la mayor admiradora del escritor.
Cuando Borges, soberbio e irónico, se burlaba de su propia fama ("El día en que se den cuenta de que soy un impostor, cuando realmente lean las pobres páginas que he escrito, comprenderán que se han equivocado y me echarán con furia de todos lados"), la única que lo tomaba en serio era Elsa, quien llegó a decirle: "Mirá, aprovechá tu cuarto de hora; hoy estás en el candelero, pero dentro de dos o tres años nadie se va a acordar de vos...".
La separación. No puede saberse cuándo empezó a tomar forma en Borges la idea de la separación. En agosto de 1970, repentinamente, se dio cuenta de que ya no quería regresar a su casa, pero postergó la decisión.
Por un tiempo se entretuvo con viajes, premios y la ilusión recurrente de recibir el Nobel, y una mañana de octubre salió de su casa como siempre, para ir a la Biblioteca, y nunca regresó. Unos meses más tarde, mientras paseaba por Florida con su sobrino Miguel, Elsa Astete Millán se cruzó con el escritor y lo saludó. "¿Quién es?", preguntó Borges, definitivamente ciego. "Es Elsa, tío", respondió Miguel.
Y Borges volvió a preguntar: "¿Y quién es Elsa?"
Fuente:.http://lakbzuhela.blogspot.com
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Borges y Estela Canto

Jorge Luis Borges amó a muchas mujeres. "Las mujeres me han hecho desdichado, pero la felicidad que he obtenido de ellas compensa toda la desdicha. Es mejor ser feliz y desdichado que no ser ninguna de las dos cosas", confesó alguna vez.
Tímido hasta la tartamudez, nunca tuvo facilidad para acercarse al sexo opuesto y su madre, Leonor Acevedo, con la que convivió durante casi ocho décadas, gravitó en su vida social con fuerza meridiana.
"Desde que tengo memoria, siempre estuve enamorado de alguna mujer. Han sido diversas, pero cada una era única. El amor ha sido una forma de revelación", decía Borges.
Nunca habló públicamente de las mujeres que amó, pero gran parte de su obra literaria está dedicada a las musas que lo desvelaron, algunas veces bajo la delicada sombra de una inicial, otras con nombre y apellido.
Estela Canto
Una noche de agosto de 1944, le presentaron a Borges a la joven Estela Canto, en una fiesta que daban Bioy Casares y Silvina Ocampo. Delgada, morena y bonita, Estela tenía ojos penetrantes y una sonrisa irónica que le daba un aspecto de fiera inteligencia, que conservaría en la vejez. A los veintiocho, era dieciocho años menor que Borges, y se había apartado del camino convencional de la mujer argentina al decidir no casarse y seguir en cambio una carrera en el periodismo y la edición. Ahora se estaba haciendo un nombre como escritora, y Sur le había aceptado dos de sus cuentos hacía poco. Su hermano Patricio, escritor ubicado en los bordes del grupo Sur, se la había presentado a Silvina Ocampo, y Estela pronto se convirtió en una invitada regular a las soirées literarias de los Bioy.

Su primer encuentro con Borges fue poco prometedor: había leído “La muerte y la brújula” en Sur, cuento que la había impactado, pero quedó decepcionada por el aspecto de su autor; aunque le habían dicho que no era muy apuesto, era peor de lo esperado: regordete, bastante alto, con un rostro pálido y mofletudo y pies bastante pequeños. Después de darle la mano con aire ausente, Borges se ocupó muy poco de ella, falta de atención que irritó a Estela, porque en aquellos días daba por sentado que los hombres la encontraban atractiva. Era, de hecho, una mujer con amplia experiencia sexual: había tenido relaciones con escritores pero prefería los hombres de acción, y cuando conoció a Borges, tenía una relación con un inglés, “un espía británico que se desplazaba continuamente por la Argentina y por Brasil”.
El Aleph, el cuento que dedicó a Estela Canto, bajo cuyo apasionamiento escribió uno de sus más famosos relatos. Militante comunista, bella y liberal, Estela conmovió al escritor que por entonces ya padecía algunos problemas de visión.
Borges la visitaba a diario con la excusa de que lo ayudara a pasar en limpio los manuscritos de El Aleph y le obsequiaba libros. Doña Leonor nunca aprobó la relación.
"Cada mañana cuando llegaba a casa con alguna novela en el bolsillo tenía la actitud del festejante inoportuno que teme ser rechazado por la señorita cortejada. Esto era irritante. Él tenía 45 y yo 28, edad suficiente para prescindir de esas tonterías", diría Canto en una autobiografía.
El noviazgo duró siete años y terminó abruptamente cuando Borges le pidió matrimonio: "Lo haría con mucho gusto Georgie (como le decían en la intimidad), pero no podemos si antes no nos acostamos", le respondió Estela.
Poco después de la ruptura, Canto se casó con otro aunque fue amiga del escritor hasta su muerte.
Fuente:http://lakbzuhela.blogspot.com
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Poema acerca de la guerra de Malvinas "Juan López y Juan Ward"

JUAN LÓPEZ Y JUAN WARD
Jorge Luis Borges.
Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en diversos países,
cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias,
de un pasado sin duda heroico, de
agravios, de una mitología peculiar, de próceres
de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos.
Esa arbitraría división era favorable a las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río
inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown.
Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido
revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran ido amigos, pero se vieron una sola vez,
cara a cara, en unas islas demasiado famosas,
y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

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Una mitología ensangrentada

que ahora es el ayer. La sabia historia
de las aulas no es menos ilusoria
que esa mitología de la nada.
El pasado es arcilla que el presente
labra a su antojo. Interminablemente.
En el cristianismo, el tiempo es la manera de ser del mundo. La condición de la criatura es esencialmente temporal, no así Dios. El tiempo es la manera que las criaturas tienen de verse a sí mismas pero no es el modo en que Dios las ve. Él no contempla a las criaturas temporalmente. El presente indivisible es la manera como Dios conoce el mundo y por tanto —en buena teología— es el único punto de vista radical. La eternidad de Dios no es una distensión temporal ("una sucesión temporal infinita", como diría Wittgenstein); es la posesión simultánea de pasado, presente y futuro al mismo tiempo.14 El punto de vista de Dios es un eterno aleph: ahí está todo, simultáneo, sin confusión. En consecuencia, lo verdaderamente real, lo relevante, no es nuestra consideración temporal del mundo, sino la visión de Dios en presente.
El mundo cristiano puede entenderse como una especie de obra de teatro, donde los hombres representamos ante Dios un papel. Somos actores escenificando un drama o una comedia; suponemos que la división en actos es absolutamente real; creemos que estamos improvisando y pocas veces entendemos la trama, incluso pensamos a veces que no hay tal, como los actores de Ionesco. Pero el Espectador Supremo ve la pieza como un todo. Él conoce todos los actos, todas las escenas, cada uno de los parlamentos. Para Dios el desenlace está en el primer (y único) acto.
Borges intuye esto a través de una experiencia estética, el llamado "presentismo": sólo existe el instante presente.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
Otro Cielo no esperes, ni otro Infierno. [14]
El tiempo se homogeniza. [15] Si únicamente existe el instante no hay distensión, no hay ayer ni mañana, sino ahora. El nunc campea. Estamos cerca del Aleph. El presentismo cristiano y el presentismo de Borges no son tan distantes como parece. Escribe san Agustín es cierto que en cualquier parte que tengan ser, estén o existan, las cosas que de cualquier modo son, están o existen, no están allí ni existen sino presentes. [16]
Borges afirma por su parte:
El tiempo, si podemos intuir esa identidad, es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de un momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastan para desintegrarlo. [17]
La diferencia entre Borges y el cristianismo radica en que para este último sí existe una vista suprema que contempla hoy el mundo. Existe un espectador que al mismo tiempo mantiene a los actores en escena, sostiene la tramoya y escribe el guión. El mundo es una ficción con sentido, no teatro absurdo, con la salvedad de que este Empresario-Autor-Productor se da el lujo de hacer creer a los actores que todo ocurre por partes. En cambio, Borges no encuentra un espectador garante de la representación. Se ha percatado de la función, y no existen espectadores eximidos de la temporalidad. La obra es instantánea al igual que en Macbeth, "una historia que cuenta un triste idiota, y no vuelve a oírsele jamás".
El presentismo de Borges adquiere tintes panteístas. Es un intento por hallar un espectador metafísico. El presentismo exige un yo, pero tal "yo" termina siendo un engendro kantiano, una especie de entidad etérea que posibilita toda representación temporal. Borges unifica en un presente homogéneo la ficción del fluir. Desafortunadamente esta unificación, bien lo sabe, sólo puede darse gracias aun suprasujeto, que tampoco se distingue por completo del mismo fluir
Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de Heráclito el Oscuro.
Somos el agua, no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.
Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.
Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja. [18]
Borges está a punto de dar el paso al panteísmo, y en el último momento se retrae. Se impone la propia experiencia, la vida cotidiana y vulgar, la mundanidad coloquial donde Borges no es un yo absoluto. Borges es un Borges cuya esencia es el perpetuo cambio, un individuo en camino a la aniquilación. La voz le falla; titubea. Ser pura temporalidad le asusta, como a todos nosotros; ser ese presente irrompible le rebasa, como a todos nosotros. También Borges tiene miedo; el sentido común parece imponerse
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A propósito de Borges video 5

¿Fluye en el cielo el Rhin? ¿Hay una forma

universal del Rhin, un arquetipo,
que invulnerable a ese otro Rhin, el tiempo,
dura y perdura en un eterno Ahora
y es raíz de aquel Rhin, que en Alemania
sigue su curso mientras dicto el verso?
Asilo conjeturaron los platónicos;
así no lo aprobó Guillermo de Occam.
Dijo que Rhin (cuya etimología
es riñan o correr) no es otra cosa
que un arbitrario apodo que los hombres
dan a la fuga secular del agua ;
desde los hielos a la arena última.
Bien puede ser. Que lo decidan otros.
¿Seré apenas, repito, aquella serie
de blancos días y de negras noches
que amaron, que cantaron, que leyeron
y padecieron miedo y esperanza
o también habrá otro, el yo secreto
cuya ilusoria imagen, hoy borrada
he interrogado en el ansioso espejo?
Quizá del otro lado de la muerte
sabré si he sido una palabra o alguien. [9]
Reitero que dichas afirmaciones admiten pluralidad de lecturas. Por ejemplo una puramente retórica, según la cual se trataría de una salida ingeniosa, como ya señalábamos antes. Yo opto, sin embargo, por una lectura más seria, que encuentra en Borges rastros de platonismo.
Platón afirmó en el Teeteto que el mundo es metáfora, mimesis, imitación de lo real. Lo verdadero, lo "realmente real" —encantadora reduplicación en lengua griega— son las ideas. El mundo visible es un espejismo. Nuestro entorno es un pálido e imperfecto reflejo de la auténtica realidad: apostamos equivocadamente por la materia, pues lo auténtico es el cielo empíreo. La realidad es intangible; somos presas de la ilusión. La suerte del alma es dramática: cabalga entre estos dos mundos. En estricto sentido pertenece al otro —al de las ideas— pero su condición es la de un reo. La materia la aherroja con la cárcel del cuerpo, pero también con los grilletes de las falsas opiniones y el cepo de los engaños. El mundo material aprisiona con cadenas de realidad alucinada.
El cristianismo entiende perfectamente a Platón. Para el cristiano, la criatura es precisamente eso, un ser cuya esencia es el no ser, o mejor dicho, cuya esencia es el ser recibido. Sólo Dios es por sí mismo; la naturaleza no es por derecho propio (y el hombre junto con ella, por lo que el cristianismo es más radical que Platón). Todo su ser depende del anclaje en Dios. La condición criatural es indigente, la existencia misma es prestada. [10] Si Dios dejase de pensar un instante en las criaturas, el mundo se aniquilaría. Por eso, el cristiano lucha continuamente para no otorgar al mundo un estatuto propio en detrimento de Dios. La creación es terriblemente engañosa. La grandeza del mundo consiste sólo en remitirnos a Dios. Cierto aristotelismo cristiano ha insistido excesivamente en la consistencia del mundo haciendo popular entre no pocos católicos la equivocada idea de que el mundo es algo sólido, una realidad cuya esencia no es el desvanecerse. No es casualidad que Aristóteles haya sido visto con tanta prevención por los agustinianos del medievo, ni tampoco es casualidad que la poesía mística haya utilizado metáforas verdaderamente fuertes para negar el mundo. El cristianismo se percató del riesgo que entrañaba la doctrina aristotélica, doctrina devota de la realidad última del mundo. Frente a esta absolutización del mundo, los teólogos medievales (incluido el mismo Tomás de Aquino) se dieron a la tarea de minimizar el aristotelismo, desbastando la consistencia de las substancias aristotélicas a fuerza de incorporarles un ser participado.
En honor a la verdad, es san Agustín quien desmantela el mundo apelando precisamente a su condición temporal. En los conocidos capítulos de Las confesiones, pasajes recurrentes en la obra de Borges, Agustín de Hipona reduce el tiempo y los sucesos prácticamente a la nada. El pasado no es, el futuro todavía no existe y el presente es un continuo deshacerse, de suerte que "el ahora" ya es pasado: no se ha terminado de enunciar cuando ya ha dejado de ser. San Agustín desarticula la soberbia ontológica del mundo. Si el mundo es fluir, si es tiempo, entonces no es algo, sino puro dejar de ser (un capítulo más de la discusión entre Heráclito y Parménides):
Pero aquellos dos tiempos que he nombrado, pasado y futuro, ¿de qué modo son o existen, si el pasado ya no es, y el futuro no existe todavía? Y en cuanto al tiempo presente, es cierto que si siempre fuera presente y no se mudara ni se fuera a ser pasado, ya no sería tiempo, sino eternidad. Luego si el tiempo presente, para que sea tiempo, es preciso que deje de ser presente y se convierta en pasado ¿cómo decimos que el presente existe y tiene ser, supuesto que su ser estriba en que dejará de ser, pues no podemos decir con verdad que el presente es tiempo, sino en cuanto camina a dejar de ser? [11]
El poema "Todos los ayeres, un sueño" [12] puede leerse cómo exquisito comentario del pasaje agustiniano.

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A propósito de Borges video 4

El rechazo a la Trinidad, atestiguado por La historia de la eternidad, [4] está basado en una discusión sobre las procesiones trinitarias, muy a pesar del aparente desenfado con que Borges se refiere a las hipóstasis. No es éste el lugar para exponer la doctrina agustiniana de las procesiones; soslayo la argumentación. Lo llamativo es que Borges, sin ser cristiano, se aboque a una discusión que incluso a más de algún intelectual católico resultaría especializada. Únicamente destacaré algunos detalles del razonamiento borgeano al concebir la temporalidad.

El punto medular de la cuestión trinitaria y uno de los fundamentos del ateísmo borgeano es la tendencia a concebir la Trinidad en términos temporales. Borges se refiere a la Trinidad en términos de un colegio perfecto, un colegio de tres personas en absoluto acuerdo, pero al fin y al cabo, colegialidad. Borges incrusta la Trinidad en la temporalidad: la divinidad se mundaniza y diluye. Al hacerlo abandona de raíz el cristianismo y la posibilidad de una inmortalidad feliz. ¿Qué otra religión puede ofrecerle un paraíso atemporal, perpetuo presente, donde la memoria (que capta el fluir del tiempo) sea superflua? Con toda razón Borges se aterra ante la posibilidad de una inmortalidad —una intemporalidad— sin Dios. Ahora está solo con su alma y tendrá que deshacerse de ella.
Esta negación de la Trinidad entendida en términos temporales, lo aleja no sólo del cristianismo, sino incluso del teísmo. Su rechazo de Dios es semejante a su rechazo de la Trinidad. No considera que Dios pueda liberarse de la temporalidad. En Borges no hay espacio para Dios: un dios temporal es un dios que no es dios.
Presenciamos la lucha de Borges contra su atavismo. Se ha librado con relativa facilidad de Dios (que sólo acechará de cuando en cuando en forma de panteísmo), pero no logra desembarazarse con igual facilidad de la inmortalidad. En este marco cabe discutir el sentido de Everness.[5] Borges no se entrega mansamente a la muerte, se resiste a la aniquilación del yo a costa de adoptar rasgos panteístas. Adviértase cómo el origen de la desesperación es la memoria conservada misteriosamente en la mente de Dios o en el Arcano del universo:

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
Y cifra en su profética memoria
Las lunas que serán y las que han sido.
Ya todo está. Los miles de reflejos
Que entre los dos crepúsculos del día
Tu rostro fue dejando en los espejos
Y los que irá dejando todavía.
Y todo es una parte del diverso
Cristal de esa memoria, el universo;
No tienen fin sus arduos corredores
Y las puertas se cierran a tu paso;
Sólo del otro lado del ocaso
Verás los Arquetipos y Esplendores.
El ansia (y horror) de muerte e inmortalidad adquiere en Ewigkeit [7] tonalidades patéticas; todo perece, la memoria sobrevive.
Torne en mi boca el verso castellano
A decir lo que siempre está diciendo
Desde el latín de Séneca: el horrendo
Dictamen de que todo es del gusano.
Torne a cantar la pálida ceniza,
Los fastos de la muerte y la victoria
De esa reina retórica que pisa
Los estandartes de la vanagloria.
No así. Lo que mi barro ha bendecido
No lo voy a negar como un cobarde.
Sé que una cosa no hay. Es el olvido;
Sé que en la eternidad perdura y arde
Lo mucho y lo precioso que he perdido:
Esa fragua, esa luna y esa tarde.
La lucha de Borges contra Dios ha sido excesivamente espiritual, no crítica a la usanza de catecismo estalinista sino rebelión al estilo de heresiarca antiguo. Ha puesto en juego demasiadas vivencias espirituales, demasiados argumentos teológicos para combatir a Dios; él mismo se ha cerrado la posibilidad de refugiarse en un cómodo materialismo. Borges no es Epicuro; el escritor argentino no llega a desentenderse de los dioses como sí lo consigue el filósofo del jardín. Tal parecería que Borges ha tenido experiencias estéticas (¿místicas?) de tal envergadura en su lucha contra el cristianismo que a pesar de haber matado a Dios, no logra exterminar la inmortalidad. Se genera una lucha contra ella en su forma de perdurabilidad en la memoria.
Lo esencial de la vida fenecida
—la trémula esperanza,
el milagro implacable del dolor y el asombro del goce—
siempre perdurará.
Ciegamente reclama duración el alma arbitraria
cuando la tiene asegurada en vidas ajenas,
cuando tú mismo eres el espejo y la réplica
de quienes no alcanzaron tu tiempo
y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.
El tiempo presente y la aniquilación del mundo
En su lucha por escapar de la inmortalidad, de la memoria y de la temporalidad, Borges vuelve a echar mano de armas cristianas, o si se prefiere, de armas platónico-cristianas.
El autor de El Aleph gusta de afirmar que la filosofía es ficción.  Todo en el mundo es metáfora, una idea, una palabra pronunciada por otro
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A própósito de Borges video 3

Curiosamente, en este punto Borges no acaba de hacer justicia al cristianismo, al menos al cristianismo romano. Para los católicos la inmortalidad no es un premio per se. La maldición del infierno es ni más ni menos una forma de la eternidad. El alma de un condenado es imperecedera, sus castigos, eternos. El infierno es el lugar de llamas, de odio continuo, donde no hay ninguna esperanza, un espacio donde "el llanto y rechinar de dientes" no tendrá fin. La inmortalidad pura y llana no es ni un premio ni un castigo. Por eso, los católicos romanos también temen de alguna manera a la inmortalidad. Un alma incorruptible es un arma de doble filo.

Por otra parte, Borges acierta al reconocer que la inmortalidad feliz requiere —vaya paradoja— de una cierta forma de "abnegación", de negación del propio yo. Borges reconoce abiertamente que sería muy aburrido ser el mismo para toda la eternidad. La frase puede ser entendida como un recurso retórico, como una salida ingeniosa Admite también una lectura más seria: un reconocimiento de que la propia finitud jamás garantizará la propia felicidad, ni siquiera distendida infinitamente en el tiempo. No basta vivir eternamente para ser feliz. ¿Qué más hace falta para ser feliz? La respuesta Borgeana es paradójica: dejar de ser uno mismo.
Borges se aproxima nuevamente al catolicismo. El cielo cristiano implica un vaciamiento del propio yo, vacío que debe ser llenado por Dios. No seremos felices porque seamos nosotros mismos (Borges no será feliz afirmando radical y taxativamente su identidad como Borges); seremos felices porque de alguna manera seremos divinizados: estaremos inmersos en Dios. Nuestro propio yo es desplazado por la divinidad en el cielo.
Paulo de Tarso escribió, parafraseando palabras de un poeta griego, "en Dios existimos, nos movemos y somos". El panteísmo acecha. Mucha tinta gastaron los padres de la Iglesia para dotar a este versículo de un sentido teísta y evitar una lectura neoplatónica. El cristianismo teológico vive de continuo amagado por el panteísmo. La esencia de la vida de los bienaventurados en el cielo es la íntima relación con la Divinidad. La tentación diabólica "seréis como dioses", con que la serpiente seduce a Eva en el relato bíblico es hecha realidad por la redención cristiana. Es una paradoja verdaderamente desconcertante. Los cristianos "son como dioses", pues son familiares íntimos de Dios. Entre la filiación divina de los cristianos y la propuesta diabólica existe una zanja profundísima, pero muy angosta, y por tanto, fácil de saltar. Que muchos cristianos carezcan de inclinaciones panteístas se debe a su ignorancia de teología y no a su ortodoxia.
Borges parece muy cercano al cristianismo cuando se percata de que la única inmortalidad satisfactoria es aquella en la que el propio yo se ha desvanecido; pero este desvanecimiento (¿aniquilamiento?) le parece sumamente problemático. Motivos tiene: no es sencillo conciliar la negación del propio yo en favor del crecimiento de Dios en el alma. Los teólogos cristianos requieren de la luz sobrenatural de la fe para resolver la cuestión.
Dios y Borges
Nietzsche escribió que nunca fue lo suficientemente tonto como para creer en Dios. Su ateísmo es punto de partida y no de llegada. En Borges ocurre lo inverso: el ateísmo simple y llano nunca se presenta como una alternativa absolutamente válida. Oscila entre el agnosticismo, un teísmo más o menos nostálgico y desalentado, y un panteísmo que es mucho más que un dato anecdótico de su experiencia espiritual. El escritor argentino pierde la fe cristiana por razones estrictamente teológicas y no por motivos frívolos.
Borges no puede aceptar un Dios trino. Así lo afirma taxativamente. Su refinado y meticuloso rechazo del dogma trinitario es digno de un heresiarca antiguo. [2] La discusión parecería anticuada en algunos ambientes neoilustrados. No es extraño que Borges haya resultado un autor profundamente conservador para el gusto de liberales ilustrados y materialistas. Venir a perder la fe en el cristianismo por las procesiones trinitarias es un motivo comprensible en un teólogo cristiano, pero enormemente banal para un moderno, ordinariamente enfrascado en otro tipo de discusiones.
Así pues, Borges abandona el cristianismo —por así decirlo—por motivos profundamente teológicos. [3] Sus motivos son des concertantes para quienes no están al tanto de las discusiones del tratado De Deo Trino. No obstante, las largas reflexiones de Borges sobre las herejías ejercen un atractivo sobre los hijos de la ilustración. Empero, esas páginas no son un alarde de culturalismo esotérico: en ellas se discute de manera oblicua el destino del alma de Jorge Luis Borges.
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A propósito de Borges video 2

El cristianismo de Borges

Héctor Zagal Arreguín

 El autor de El Aleph está empapado de cultura cristiana, y su postura se va perfilando por el continuo roce con ella; especialmente con el catolicismo. En esta ocasión mi propósito es mostrar la lejana cercanía —no se qué otra expresión usar— de Jorge Luis Borges respecto al cristianismo. El tema de la inmortalidad, la existencia de Dios, el Dios trinitario y otros temas son discutidos en este ensayo.
Borges es un autor particularmente atractivo para quienes tenemos una formación metafísica y cristiana. Las abundantes citas de autores antiguos, su familiaridad con la patrística y, sobre todo, sus desplantes filosóficos, ejercen una poderosa atracción sobre quienes hemos sido educados en contacto con san Agustín y Aristóteles. Borges se nos presenta como un reto, un campo de investigación lo suficientemente enigmático para escapar de la monótona investigación "escolar" y, al mismo tiempo, lo suficientemente cercano como para no implicar un alejamiento excesivo de nuestros supuestos dominios.
Borges me recuerda a los ilustrados franceses: no pocas veces su importancia está en franca dependencia de su diálogo con el cristianismo. Sin un "infame" a quien aplastar, Voltaire pierde la mitad de su encanto, su pluma puede volverse sosa. Algo similar ocurre con Borges. El autor de El Aleph está empapado de cultura cristiana, y su postura se va perfilando por el continuo roce con ella; especialmente con el catolicismo. En esta ocasión mi propósito es mostrar la lejana cercanía —no se qué otra expresión usar— de Borges respecto al cristianismo.
El temor al más allá
Borges no anda por las ramas; muy pronto pone las cartas sobre la mesa. La pregunta verdaderamente importante de la vida filosófica (y de cualquier género de vida) es saber qué será de nosotros después de la muerte, en caso de que la muerte no sea en verdad la última palabra. Borges toma el toro por los cuernos dedicando una parte importante de su obra a tantear diversas respuestas a esta pregunta. La mortalidad o la inmortalidad a ella opuesta son una obsesión que surca casi todas sus páginas.
El punto de partida de Borges es extraño. Mientras que la mayoría de los "modernos" inician con una duda, o al menos la sospecha negativa sobre la existencia de un más allá, en Borges sucede lo opuesto. El aparato intelectual del cristianismo moderno (me refiero a muchas tendencias, católicas y protestantes, del XVII a nuestros días) intenta demostrar racionalmente que sí existe un más allá, que sí hay indicios o pruebas de que el alma es inmortal. Tal cristianismo asume la carga de la prueba. Borges hace precisamente lo contrario. Lo plausible es la inmortalidad y toda su obra es un intrincado mecanismo orientado a desmontarla, aunque irremediablemente tiende a creer en ella.
La inmortalidad del alma es el punto de partida de Borges, El materialismo se encuentra lejos de su arranque. Si no fuera así, si Borges partiera de que somos animales más o menos evolucionado cuya única certeza es la muerte, más allá de la cual no hay sino una tumba llena de gusanos que comen algo que "no soy yo", la mitad de su obra sería palabrería inútil. La mayoría de los hombres tememos a la muerte con un movimiento intelectual y sentimental instintivo: Borges no. El teme a la inmortalidad. El temor a la muerte sólo aparece de manera tardía. Mientras que a la mayoría de los hombres la inmortalidad nos parece un dato difuminado, una creencia amparada en la fe religiosa que intentamos detentar racionalmente a costa de horas de estudio y cavilosos esfuerzos, en Borges el planteamiento es inverso, la inmortalidad es lo evidente. La disolución del yo en la tierra es lo menos plausible. Tal actitud sólo se explica por el contexto cristiano en que Borges se maneja. Él parte del cristianismo y su obra puede entenderse como un continuo intento de escapar de la religión de la cruz. El primer paso de esta fuga es desvanecer la amenazadora inmortalidad.
Su posición acerca de la inmortalidad merece muchos matices. Cuando se sincera, Borges reconoce que no es la inmortalidad sin más lo que realmente teme. Es su propia inmortalidad la que le produce vértigo. Borges teme ser para toda la eternidad él mismo porque sería muy aburrido. No quisiera que su finitud, su monótona y tediosa finitud, se extendiera indefinidamente. [1] La condición finita es aburrida: lo finito fastidia y cansa. Es demasiado aburrido ser Borges para toda la eternidad. No le faltan motivos; vista desde cierta perspectiva la inmortalidad puede convertirse en el más terrible de los castigos
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A propósito de Borges video 1

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un escritor argentino, uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y en el pensamiento humano, ha sido objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones. Trasciende cualquier clasificación y excluye cualquier tipo de dogmatismo.
Borges mantuvo una relación sumamente original con la filosofía. Prueba de ello son las incontables menciones filosóficas presentes en su obra ensayística y literaria, así como también su influencia sobre importantes filósofos y pensadores contemporáneos, como Michelle Foucault, Ilya Prigogine, Richard Rorty, Umberto Eco y Fernando Savater. Sin ser propiamente filósofo, Borges era no obstante un ávido lector de filosofía. Uno de los elementos originales de su abordaje es que en sus textos las ideas filosóficas aparecen en de forma tal que producen en los lectores su vivencia antes que su conceptualización. Borges rescata ciertas ideas y las representa en clave literaria, destacando lo que éstas tienen de vívido y de maravilloso, apelando a la intuición del lector antes que a su captación conceptual o argumentativa. Las ideas así presentadas son comprendidas en toda su fuerza expresiva. Para generar este efecto, uno de sus procedimientos consiste en asumir las premisas propias de un determinado sistema filosófico y recrear el universo tal como sus partidarios lo perciben. Por ejemplo, en su cuento Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius,44 Borges ilustra el idealismo filosófico al presentarnos un mundo (Tlön) en el que todos sus habitantes conciben lo real como un producto de la mente. Según Nicolás Zavadivker,45 Borges no nos habla en esa historia sobre el idealismo, sino que nos presenta directamente un mundo construido según las premisas idealistas. De esta forma genera una comprensión de estas ideas desde dentro del propio sistema, desde sus posibilidades y sus límites. Desliza, por ejemplo, que no existen los sustantivos en las lenguas de Tlön, por la sencilla razón de que sus habitantes no creen que haya cosas a las que éstos puedan referirse (como afirma el idealismo). Borges ilustra magistralmente los alcances de esta ausencia traduciendo la frase surgió la luna sobre el río por la tlöniana hacia arriba detrás duradero-fluir luneció.
Este rescate de Borges de las consecuencias más maravillosas de las perspectivas filosóficas que trata se vincula a su explícita opción por la belleza antes que por la verdad. Así, Borges afirma encontrar en su obra una tendencia consistente en estimar las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético y aún por lo que encierran de singular y de maravilloso.46 Su esteticismo posiblemente sea una de las claves de la aparente adscripción de Borges hacia filosofías contradictorias, lo que generó discusiones en torno de su propia posición filosófica. También en varias ocasiones destacó su escepticismo con respecto a las posibilidades de la filosofía: No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo -cuando no un párrafo o un nombre- de la historia de la filosofía.47 Según Zavadivker, su esteticismo y su descreimiento en las posibilidades de la filosofía para explicar el mundo lo llevó a asumir y hasta festejar la pluralidad de perspectivas con que los hombres han interpretado el mundo, sin necesidad de definirse por alguna de ellas
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Manual de zoología fantástica

La primera edición de este texto fue publicada en el año 1957 por la editorial Fondo de Cultura Económica de México, con una tirada de 10.000 ejemplares, en papel biblia y bajo la supervisión del escritor mexicano Emmanuel Carballo.
Borges y Margarita Guerrero, quienes ya publicaron en colaboración El "Martín Fierro" (BB.AA., Columba, 1953), nos inducen con la lectura de este extraordinario compendio fantástico a que pasemos del jardín zoológico de la realidad al jardín zoológico de las mitologías en el que recrean experiencias literarias, filosóficas, históricas e incluso sagradas, de un amplio espectro mitológico y cultural.
Nos encontramos ante una obra marginal de Borges, aunque a pesar de ello, ha sido traducida a varios idiomas, entre los que se incluyen el estonio. Hemos hallado una referencia de ello en la revista Vikekar (Arco Iris), en la que en su número 1-2 se dieron a conocer algunos fragmentos de El Manual de zoología fantástica, traducidos por Ruth Lias en el año 1997.


En 1967, según algunos estudiosos de la bibliografía borgiana y en 1968, según otros, se modifica su título como El libro de los seres imaginarios (aunque el F.C.E. reeditaría más tarde con la rúbrica original), en la que amplía el manual bajo este nuevo rótulo. Se incrementan treinta y cuatro textos más (sin duda por la inclusión de nuevos seres no zoomórficos: el doble, las hadas...). En 1969, la editorial E.P. Dutton de Nueva York inicia la publicación de las obras completas de Borges, traducidas por Norman Thomas Di Giovanni, ya con el nuevo título. En posteriores obras completas, por deseo expreso de Borges, se eliminan aquellos trabajos realizados en colaboración. En 1964 aparece la obra traducida al alemán y en 1965 en francés.

El Manual de zoología fantástica pretende ser, tal y como Borges lo expresa en el prólogo, la primera obra en su género. El Islam y la Cábala, la literatura china, la epopeya babilónica, los clásicos griegos y latinos, la Edad Media y el Renacimiento son algunas de las fuentes de que se sirven los autores (curiosamente están excluidos los Cronistas de Indias) en su descriptivo recorrido por el bestiario de la imaginación que reúne al Minotauro, la Sirena, la Quimera, el Dragón, el Basilisco, el Cancerbero, el Ave Fénix, el Grifo, el Golem, el Simurg, etc., seres que se metamorfosean en algunos casos, para, aprovechándose del cuento literario (leyendas, libros sagrados, fábulas ...), representar lo fantástico en el sentido más atávico. Los animales soñados por Kakfa, por C.S. Lewis y por Poe, tal vez como arquetipos yungianos relacionados con símbolos sexuales, o como la metáfora del mundo superior de Parménides, donde el universo es producto de un sueño, lo deífico, las metáforas de la imaginación ancestral, lo religioso y lo mágico, conforman el conjunto del desarrollo del texto.
John Ashton, Peter Lum y Joseph Wood Krutch habían publicado pocos años antes, según ha investigado Martha Paley (3), obras similares en inglés y es posible que no sea la antología de Borges la primera en castellano. El escritor peruano José Durand, publica en 1950, con propósito similar al de Borges, Ocaso de Sirenas, Manatíes en el siglo XVI (4), libro en el que se evidencia, a través de los cronistas españoles del siglo XVI, la alucinación y sorpresa de éstos ante la apasionante visión que les ofrecía no solo la geografía americana, sino su extraordinaria cosmogonía. Pero dado el prestigio internacional de un escritor con respecto al otro, será la antología de Borges la que alcance mayor resonancia e influjo en obras posteriores. Lo cierto es que a partir de esta fecha, comienzan a prodigarse los bestiarios latinoamericanos que, o bien recopilan a la manera de Borges testimonios remotos sobre seres fantásticos, o bien adoptan el mundo animal -ya sea fingido o real- como soporte y vehículo de idearios sobre el amor, las relaciones sociales o la condición humana. Transcribiremos una de las inquietantes criaturas que Borges cita en su obra.
EL BORAMETZ
El CORDERO vegetal de Tartaria, también llamado borametz y polypodium borametz y polipodio chino, es una planta cuya forma es la de un cordero, cubierto de pelusa dorada. Se eleva sobre cuatro o cinco raíces; las plantas mueren a su alrededor y ella se mantiene lozana; cuando la cortan, sale un jugo sangriento. Los lobos se deleitan en devorarla. Sir Thomas Browne la describe en el tercer libro de la obra Pseudodoxia Epidemica (Londres, 1646). En otros monstruos se combinan especies o géneros animales, en el borametz, el reino vegetal y el reino animal. Recordemos a este propósito, la mandrágora, que grita como un hombre cuando la arrancan, y la triste selva de los suicidas, en uno de los círculos del Infierno, de cuyos troncos lastimados brotan a un tiempo sangre y palabras, y aquel árbol soñado por Chesterton, que devoró los pájaros que habían anidado en sus ramas y que, en la primavera, dio plumas en lugar de hojas.
Este texto de difícil clasificación, podría ser una "antología fabulada", "ficción en prosa" o simplemente lo que Borges nos sugiere, un recuento erudito de la larga tradición literaria en la que se incorporan seres sobrenaturales y bestias mágicas. Aunque estamos de acuerdo con Mignolo [1988] cuando asegura que estos términos ("Zoología fantástica" y "Seres imaginarios") nos remiten a la ficción fantástica y al concepto que de ella tiene Borges: fusión de textos, ambivalencia lingüística, inserción de la historia en el texto y viceversa, el antiparaíso en definitiva, recursos que utiliza Borges permanentemente en su creación literaria.
Hemos encontrado muy poca crítica literaria en torno al Manual, aunque se han ocupado de él, Gogol [1975]  que le dedica unas pocas páginas a El libro de los seres imaginarios y a Lupi [1967-1972]  que elabora la taxonomía del Manual de zoología fantástica.
Por otra parte, el artista oaxaqueño Francisco Toledo (1944), presentó en el mes de noviembre del pasado año 1999, en el Palacio de Bellas Artes de México, la exposición Zoología Fantástica de Francisco Toledo, con 46 de sus tintas y acuarelas, inspiradas en El libro de los seres imaginarios. La muestra establece una relación cercana entre el progenitor de la obra y el observador y ya ha sido expuesta en 17 países, entre los que se incluyen España, en Casa de América de Madrid, diferentes lugares de U.S.A., América Latina y Oriente.
EL BESTIARIO
Las literaturas de tradición oral, transmitidas de generación en generación con un contenido casi exclusivamente mítico y descontaminado de la cultura occidental, han sido un leiv motiv en el desarrollo de la literatura latinoamericana, desde los mitos y leyendas de los grupos sociales indígenas, hasta los cronistas españoles del siglo XVI, se han recogido en autores como Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso, Pablo Neruda y Jorge Luis Borges, por citar solo a algunos de ellos. Inaugurado por Aristóteles y Plinio, el bestiario es considerado un género breve y descriptivo muy popular en la época clásica y más tarde en la Edad Media. Podemos encontrar una descripción de la historia del género en la escritora ya citada, Martha Paley de Francescato (1977) en Bestiarios y otras jaulas y en Margaret Mason en "The Bestiary in contemporary Spanish American Literature" (1974).
Fusionando la verdad y la fantasía, animales reales e imaginarios con alegorías místicas y moralizadoras en la tradición del "enxiemplo" y en la creencia de que el mundo exterior es reflejo visible y manifestación del reino de Dios y el encanto y fantasía de tales representaciones, que los cronistas de Indias darán nuevo impulso, los bestiarios conocen el mejor momento de auge en la prosa latinoamericana del siglo XX. Son varias las obras que favorecen este fenómeno: La casa de fieras. Bestiario (1922) de Alfonso Hernández Catá, el Manual de Zoología Fantástica (1957) de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero o el Bestiario (1951) de Juan José Arreola, titulado inicialmente como Punta de Plata, que aparece como conjunto en 1958, aunque algunos de sus textos son de 1951, Otros ejemplos posteriores los encontramos en Para un bestiario de Indias (1968) de Alberto M. Salas, compilación de testimonios del siglo XVI, el Bestiario mexicano (1987) de Roldán Peniche B., catálogo de entes fabulosos mexicanos de la época prehispánica, Los animales prodigiosos (1989) de René Avilés Fabila o El Bestiario de Indias del Muy Reverendo Fray Rodrigo de Macuspana (1995), compilado por Marco Antonio Urdapilleta que según el profesor Lauro Zabala, reúne materiales de diversas fuentes en las que se reconocen subtextos alegóricos y una síntesis de conocimientos empíricos de diversa naturaleza. Según la información ofrecida también por el Dr. Zabala, se ha publicado el primer Diccionario de bestias mágicas y seres sobrenaturales de América (UdeG, 1995) compilado por Raúl Aceves. Por último, hemos rastreado en la existencia de algunos bestiarios poéticos, (menos divulgados) como el "Bestiario" de El jarro de flores, (1922) de Juan José Tablada, el de Estravagario, (1958) de Pablo Neruda, El gran zoo, (1967) de Nicolás Guillén, "Los animales saben" en No me preguntes cómo pasa el tiempo (1964-68) de José Emilio Pacheco, Ínfima fauna (1962) de Carlo Antonio de Castro, etc.
Todos ellos son deudores de la sugestión literaria por los animales reales o por los monstruos maravillosos. El animal fingido, tradicional o nuevamente creado, se convierte en un acicate para la imaginación y el animal real se convierte en pretexto de idearios o en fórmulas para exorcizar demonios propios: las bestias fantásticas conviven así con las inventadas.
El vehículo de presentación de estos textos asegura -como en las misceláneas-, una lectura fragmentaria con estructura similar a los microcuentos, tal y como Borges señala en el prólogo, "... no ha sido escrito para una lectura consecutiva. Querríamos que los curiosos lo frecuentaran como quien juega con las formas cambiantes que revela un calidoscopio"
Por:María Ángeles Vázquez
Fuente: Biblioteca de Babab.com
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Biografía

"Autor contemporáneo Argentino que goza de mayor fama internacional ". Hijo de Jorge Guillermo Borges profesor y escritor y de Leonor Acevedo Haedo. Nació en Buenos Aires, el 24 de Agosto de 1899. El 4 de Marzo de 1901, nace su hermana, Norah, compañera de juegos con la que no peleaba nunca y con la que compartió sus miedos infantiles. Su padre a menudo le recitaba poesías en inglés; " idioma que se alternaba en el hogar con el español por la influencia de su abuela paterna Haslam Arnet ( inglesa )" , de Swiburne y de Keats, sus preferidos. La madre Leonor, afirmaba que fue su marido quien guió a su hijo en los gustos literarios; poseían la misma inteligencia, el mismo tipo de " humour " y conversaban de literatura mano a mano, desde que Jorge fue muy joven. El chico aprendió a leer en inglés y más tarde en Castellano, pero ni él ni su hermana fueron a la escuela, después de recibir en su hogar la instrucción que le imparte una institutriz inglesa, ingresó en el cuarto grado de la escuela primaria del Estado. El inglés fue el idioma de su infancia y en 1908 tradujo " El Príncipe Feliz ", de Oscar Wilde. Viajó luego a Europa con su familia, donde visitó París y se instaló en Ginebra, Suiza, donde los niños realizarían sus estudios refugiándose de la guerra. Estuvo luego en Francia, Alemania y España donde se inició como poeta y unió al grupo de los ultraístas, cuyo movimiento difundió en la Argentina. En 1922 funda la revista " Proa ", junto con González Lanuza, Macedonio Fernández y Norah Lange. De regreso en Buenos Aires se entregó a la poesía, dentro del movimiento ultraísta porteño, y publicó su primera colección Fervor de Buenos Aires ( 1923 ) y más tarde Cuaderno de San Martín. Integró el grupo literario Martín Fierro y participó en varias revistas. Transitó luego al relato y al ensayo corto y dio a conocer su Historia Universal de la Infamia ( 1935 ), que llamó poderosamente la atención del público literario por la novedad de los ensayos y la agudeza de los razonamientos, características que habría de conservar en su prosa para siempre. Dentro de esta línea publicó más tarde dos importantes colecciones de cuentos, Ficciones ( 1944 ) y El Aleph ( 1949 ). Fue más tarde profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras y se lo designó director de la Biblioteca Nacional ese mismo año. Obtuvo el " Prix International des Editeurs " en 1961, compartido con el escritor irlandés Samuel Beckett. Viajó por Europa y América dictando cursos y conferencias en numerosas universidades e instituciones culturales del país y del extranjero. Continuó publicando cuentos, poesías y ensayos en diversas revistas y diarios, que compiló más tarde en otros volúmenes. En 1946, al asumir Perón el gobierno, elegido en elecciones realizadas en ese año, es transferido en julio por el intendente Emilio Siri de su puesto de bibliotecario al de inspector de pollos, gallinas y conejos en las ferias municipales. Se trataba de una humillante venganza por su decidida oposición al peronismo. Borges renuncia y sigue dando conferencias (siempre vigiladas por policías o pesquisas del gobierno peronista) en el Instituto de Cultura Inglesa para ganarse la vida. Borges ha sido recompensado en su país y en el extranjero con un gran número de distinciones; entre ellas podemos nombrar: el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, que fue creado especialmente para él; de la cual fue presidente desde 1950 a 1953, el Primer Premio Nacional de Literatura ( 1956 ), el Premio Alfonso Reyes de México, el Premio Interamericano de Literatura Matarazzo Sobrinho de Brasil, en 1965 el embajador de Italia le entrega la medalla de oro del IX Premio de Poesía de la ciudad de Florencia, en 1966 recibe de la comuna de Milán el IX Premio Internacional Madonnina, el 22 de Mayo de 1968 el embajador de Italia le entrega las insignias de la Orden del Mérito de la República Italiana en el grado de Gran Oficial, a fines de Agosto de 1976 el gobierno de Chile lo condecora con la orden al mérito Bernardo O' Higgins en el grado de Gran Cruz, en Agosto de 1979 recibe de la República de Santo Domingo el premio denominado Canoabo de oro, el 3 de Junio de 1981 recibe en Cambridge (E.E.U.U) el doctorado Honoris de la Universidad de Harvard, a fines del mismo mes se le otorga el Doctorado Honoris Causa en Letras de la Universidad de Puerto Rico, fue designado doctor " honoris " causa de la Universidad Nacional de Cuyo y de la Universidad de Michigan (E.E.U.U ), etc. Desde 1962 fue miembro de la Academia Argentina de Letras. Su nombre fue propuesto varias veces para el Premio Nobel de Literatura. Sus obras se han traducido a veintiún idiomas. Como narrador, es considerado uno de los grandes cuentistas de la literatura universal. Sus obras han influido en escritores de todas las latitudes. Trabajaron en conjunto con Adolfo Bioy Casares, bajo el nombre de Bustos Domecq. Algunas de sus obras fueron: Dos fantasías memorables (1946 ); Seis problemas para don Isidro Parodi ( 1942 ); Cuentos breves y extraordinarios ( 1955 ) y algunos más. En 1973, la Municipalidad de Buenos Aires, lo declara ciudadano ilustre.A causa de su creciente ceguera, que motivó múltiples operaciones, se le prohibe leer y escribir, órdenes que son cumplidas por su madre y amigos. Finalmente, el 14 de junio de 1986 muere a sus 87 años en Ginebra. Obras LOS CUENTOS DE BORGES Aunque la poesía de Borges es digna de elogio, su fama internacional se debe a sus cuentos y ensayos. Se ha dicho que nadie en lengua española moderna ha creado como él un estilo " tan estilo ". En efecto, su personalidad artística se respalda no sólo en una temática novedosa, sino también en una técnica y en un estilo literario propio. Sus temas son en general de procedencia libresca, en cuanto parecen suscitados por lecturas del autor, quien una vez tomado el asunto en sus manos les da una perspectiva y una derivación originales, y convierte así, esa materia erudita y muerta, en un asunto de vitalidad e interés actuales. FICCIONES DE BORGES La infatigable oriqinalidad de Jorqe Luis Borges encuentra en este libro oportunidad de amplio lucimiento. Ficciones dio lugar en su momento a la enjundiosa admiración de la crítica sobre él, poco pueden agregar estás líneas que no buscan presentar al libro, sino simplemente repetir que Ficciones es imprescindible en la actualidad para juzgar la literatura contemporánea. El crítico y humanista Roger Caillois ha pronunciado palabras definitivamente consaqratorias: "Actualmente puede decirse sin paradoja que Borges es más conocido, más admirado y, sobre todo, más estudiado en las márgenes del Sena que en las del Río de la Plata." Traducido a varios idiomas, Ficciones fue galardoneado en 1961 con el Premio Internacional otorgado a los editores de Francia, EE.UU., lnqlaterra, ltalia, Alemania y España. A la edición primitiva, Borges agregó tres cuentos: El Fin, La Secta del Fénix y El Sur. Vuelven, pues, de nuevo a manos del lector Funes el memorioso, El jardín de senderos que se bifurcan, Tlón, Ugbar, Orbis Tertius. Con cada uno de los cuentos de Ficciones podría hacerse una selección por separado que incluyera los mejores del género. Todos pertenecen a la clásica categoría de las piezas antológicas. Medido y filoso, el estilo de Borges describe con acertada rapidez, la nota humorística de Pierre Menar, autor del Quijote, o el suspenso matemático de La muerte y la brújula, o la penetrada filosofía de El Sur; sin hablar de la Biblioteca de Babel, página premonitora y lúcida del actual director de la Biblioteca Nacional. LA COSMOVISIÓN DE BORGES Hay un trasfondo filosófico en todos ellos que se refleja en su concepción peculiar del tiempo, el espacio, la muerte, el infinito, la existencia humana y el mundo. Borges toma el mundo existente y real como si fuera una alucinación o una idealización dentro de la cual vivimos, sin darnos cuenta. La muerte es para él la clave de la vida y cada uno tiene su vida personal. El destino humano es incomprensible para el ser humano, y la vida se repite con nosotros simétricamente, es un inexplicable laberinto de destinos: el destino es como otra persona que llevamos dentro de nosotros mismos. El tiempo es un eterno retorno, un regreso hacia el infinito que se repite constantemente. Borges, debe toda esta concepción a su constante lectura de los filósofos. TÉCNICA Y ESTILO Aunque Borges se inició poéticamente con temas de repercusión popular, como la ciudad de Bs.As., sus calles, patios, compadritos, etc.; parece haber renunciado a esta modalidad ya que sus cuentos son materia literaria para otro tipo de público. Se requiere una erudición particular para poder entender a fondo el simbolismo de ellos, y esta erudición no siempre está al alcance de todos. Los géneros preferidos del escritor fueron el cuento fantástico, de contenido metafísico desarrollado dentro de una estructura algo parecida a la del relato policial, el tiempo y lo intemporal, la paradoja, la naturaleza, etc. Sus cuentos como sus relatos y sus poesías, son de una arquitectura estructural muy bien pensada, lógicamente desarrollados, y escritos con una economía de recursos certeramente planeada. Nada sobra en ellos, pero nada falta. Escribe lo estrictamente necesario para decir lo que tiene que narrar, y no se excede en ningún momento. Su estilo es otra de la novedades. Se ha dicho que sus ensayos y sus cuentos constituyen una serie de problemas literarios y filosóficos que , introduce con brevedad y resuelve con gracia y elegancia. OTRAS DE SUS OBRAS SON: " Poesía y Prosa "; El hacedor ( 1960 ); Elogio de la Sombra ( 1969 ); El Oro de los Tigres ( 1972 ). " Ensayos "; Inquisiciones ( 1925 ); El tamaño de mi Esperanza ( 1926 ); Evaristo Carriego ( 1930 ); Aspectos de la Literatura Gauchesca ( 1950 ); Otras Inquisiciones ( 1952 ); Borges Oral ( 1979 ); Historia de la Eternidad ( 1936 ); Libro de los Sueños ( 1976 ); Nueve Ensayos Dantescos ( 1982 ); Prólogos ( 1975 ), y algunos más. " Ficción "; El Jardín de Senderos que se Bifurcan ( 1941 ); La muerte y la Brújula ( 1951 ); El Libro de los Seres Imaginarios ( 1968 ); El Libro de Arena ( 1975 ) y Rosa y Azul ( 1977 ).

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