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Jorge Luis Borges es una inagotable fuente de sorpresas.Sus Obras, sus pensamientos, su particular idiosincracia,en este jardín de senderos que se bifurcan

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Argentina: Biblioteca de Borges recibe libros de 85 autores iberoamericanos

Unos 85 autores iberoamericanos donaron este viernes libros dedicados a Buenos Aires a la biblioteca donde trabajó el célebre escritor argentino Jorge Luis Borges, en una iniciativa lanzada por el premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa.

"Se trata de un conglomerado de lo más representativo de lo que pasa hoy en las letras hispanas. Esta biblioteca tiene un significado muy especial. Inexorablemente, nos lleva a Borges", declaró el ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi.

Los 101 tomos recibidos provienen de las bibliotecas privadas de 85 escritores iberoamericanos y llevan dedicatorias a Buenos Aires, declarada Capital Mundial del Libro 2011 por la Unesco.

"A la hermosa y querida Buenos Aires, con todo mi afecto", escribió Mario Vargas Llosa en la primera página de su última novela "El Sueño del Celta".

El autor peruano donó la totalidad de su obra autografiada a la biblioteca, cuando visitó Buenos Aires en el marco de su participación en la Feria Internacional del Libro.

La propuesta bautizada "Por amor a Buenos Aires" acrecienta el patrimonio de la biblioteca municipal Miguel Cané, en el barrio porteño de Boedo, donde Jorge Luis Borges tuvo su primer trabajo como catalogador entre 1937 y 1946
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La propuesta bautizada "Por amor a Buenos Aires" acrecienta el patrimonio de la biblioteca municipal Miguel Cané, en el barrio porteño de Boedo, donde Jorge Luis Borges tuvo su primer trabajo como catalogador entre 



Allí, una habitación todavía conserva el escritorio del autor de "El Aleph" y se exhibe su máquina de escribir, fotografías y primeras ediciones de sus textos.

En este marco, donaron obras Manuel Vincent, Fernando Savater, Rosa Montero, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte, entre otros autores españoles.

También se sumaron a la campaña, el cubano Eliseo Alberto, el chileno Hernán Rivera Letelier, el peruano Santiago Roncagliolo, los mexicanos Elena Poniatowska y Xavier Velasco, la uruguaya Carmen Posadas, los colombianos Juan Gabriel Vásquez y Laura Restrepo y el nicaragüense Sergio Ramírez.

Durante el acto, los hijos del autor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez, cuya fundación funciona en el mismo edificio, donaron la obra completa de su padre, fallecido el 1 de febrero de 2010.

Esta donación puso en marcha la segunda etapa de la propuesta en la que se recibirán libros dedicados de autores argentinos residentes en el país.
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Siete noches con Jorge Luis Borges

Un relato a manos del poeta Nicolás Suescún, que describe al célebre escritor Jorge Luis Borges desde su faceta creadora hasta sus deseos más profundos.

En diciembre de 1938, pocos después de la muerte de su padre, subiendo unas escaleras, Jorge Luis Borges se pegó en la cabeza contra el marco de una ventana. La herida se infectó y estuvo a punto de morir. Durante la convalecencia pensó que había perdido sus facultades mentales y, para comprobarlo, se propuso escribir un cuento. Ese relato, “Pierre Menard, autor del Quijote”, fue el primero de los grandes cuentos fantásticos que convirtieron al tímido y libresco escritor, poeta de vanguardia en su juventud y original ensayista, en el más celebre e influyente autor de nuestra lengua.

LOS AÑOS DE PENUMBRA
En 1956 le prohibieron leer y escribir. Se había quedado del todo ciego ese hombre para quien la vida eran los libros: leerlos, releerlos, escribirlos. Pero no quedó en la oscuridad. No sólo porque, como él lo ha explicado, el mundo del ciego es un mundo de penumbra y no de tinieblas, sino porque poseía una cultura tan vasta como su inagotable memoria. Ese azar, en realidad la culminación de un largo crepúsculo que había empezado en su niñez, no detuvo ni su curiosidad ni su creatividad y, mezclado con su creciente fama, le inspiró una independencia nada común y una nueva y pasmosa personalidad literaria. Desde entonces dictó, venciendo su timidez, sus primeras conferencias y empezó a estudiar la literatura de sus antepasados vikingos y sajones, sobre la que publicó varios estudios escritos en colaboración. Ha escrito cuentos, no tan felices como los de sus primeros libros, y unos cuantos poemas que están entre lo más bellos de nuestra literatura. En las formas clásicas que rehuía en sus primeros versos. Y se convirtió así en el último de los grandes poetas modernistas.
Al mismo tiempo, concedió mil y una entrevistas, nunca sosas ni monótonas, que han hecho parar los pelos de izquierdistas, derechistas, amigos del fútbol, admiradores de García Lorca y de cuantos no comparten su ironía y su escepticismo. Y ha ido perfeccionando su manera de dar conferencias. Ha dictado, rodeado de respeto y galardonado con todos los premios, menos el Nobel que merece más que nadie, un gran número de charlas en las que habla siempre sobre los temas que lo han obsesionado siempre, pero enriqueciéndolos, relacionándolos y abriendo rumbos inesperados, como sus antepasados que descubrieron América siglos antes que Colón.
También tradujo a Whitman, a quien quiso imitar de joven. Es su versión menos feliz porque despoja al inmenso poeta de un aliento, del que hay, sin embargo, brillantes destellos en la propia poesía de Borges.
Y se casó, un experimento fallido, con una señora que lo llevaba y lo traía como un pelele. Pero la conclusión borgiana es maestra: “El casamiento es un destino pobre para una mujer”.
EL BORGES PÚBLICO
Tengo en mi mesa tres recortes y “Siete noches”, un libro que ha llamado su testamento. Dos entrevistas y una noticia. Consta en ésta que le acaban de conceder el premio “Ollín Yoliztli”, un galardón mexicano con una bolsa de 73 mil dólares que ganó el año pasado Octavio Paz y que el Presidente López Portillo le entregará a Borges en diciembre, en Guanajuato.
En una de las entrevistas, tras confesar que está aburrido consigo mismo, que los domingos son como dos días y que su cobardía no lo ha dejado suicidarse, ridiculiza a los militares que gobiernan a Argentina. Los militares de ahora no son como sus abuelos, que lucharon en las batallas de la independencia. Los de ahora no han oído nunca silbar una bala y no saben gobernar porque siempre han vivido encerrados en cuarteles. Los espías le parecen seres necesariamente cobardes e imaginario el conflicto con Chile. Propone que las islas en litigio se las den a Bolivia y que se olviden del ridículo asunto.
En la otra entrevista dice que sí quiere el Nobel, pero que ser famoso y merecedor de ese premio es un signo de la decadencia de los tiempos actuales.
A muchas personas este nuevo Borges, con sus polémicas opiniones, y también el de antes, con sus políglotas citas de escritores oscuros, les parece una especie de anacronismo viviente. El escritor polaco Witold Gombrowicz, quién lo conoció cuando llegó a Buenos Aires poco antes de la Segunda Guerra, narra en uno de sus diarios un diálogo con Borges que parece sacado de Rabelais. Según él, cada vez que decía algo, antes incluso de que terminara, Borges citaba la fuente de lo que había dicho, un poeta latino o algún escritor inglés marginal, para amilanar con su presencia al recién llegado. Furioso, Gombrowicz nunca volvió a hablar con él, se hizo a un círculo de jóvenes admiradores y escribió “Ferdydurke”, su obra maestra
“SIETE NOCHES”
Pero basta leer “Siete noches”, quizá el más novedoso de sus libros, para ver que Borges no es un orgulloso pedante sino un sabio que parte de sus lecturas para hablar de la vida. El libro recoge siete conferencias, cuidadosamente corregidas, que Borges dictó en un teatro de Buenos Aires en 1977. Las conferencias suelen ser, sobre todo si son improvisadas como las de Borges, sueltas, desordenadas y repetitivas. Pero la ceguera le enseñó a Borges a hablar y escribir mentalmente, con claridad y una extraña perfección. La misma que hace que escriba sus poemas con puntos y comas. Por eso, sus conferencias, y éstas en particular, son de una riqueza que supera la de sus libros redactados y corregidos lentamente. Y son la mejor introducción posible a su imaginación, su conocimiento y su arte.
Los siete temas escogidos por Borges en esa memorable ocasión son la Divina Comedia, la pesadilla, Las mil y una noches, el budismo, la poesía, la Cábala y la ceguera. Un piadoso clásico occidental, un hecho que todos compartimos al dormir, un libro fruto de muchos narradores de cuentos, países y épocas, la religión más difundida del mundo, un arte en el que Borges es maestro, una secta cuya doctrina se basa en la lectura de la biblia y una condición personal, la ceguera, que Borges comparte con Homero.
Borges ha tocado estos temas una y otra vez, algunos como el clásico oriental o la Biblia, que leía su abuela inglesa ante la Pampa, desde que era un niño que leía fascinado en el suelo los incontables libros ingleses de la biblioteca de su padre. Por eso, para un borgiano que no lo haya leído, este libro podría parecer reiterativo. Y al leerlo, encontrará citas, ideas, intuiciones y descubrimientos que ha usado en algunos de sus libros de ensayos, sus poemas y sus cuentos. Pero Borges no se repite por falta sino por abundancia de recuerdos y de ideas. Los ecos de tantas lecturas y relecturas resuenan nítidos en el laberinto de su imaginación, no un dédalo de confusos pasadizos sin fin, sino un jardín de senderos que se bifurcan, una múltiple y convincente lección que lo lleva a uno por un dédalo del que no se quiere salir y al que se puede volver una y otra vez.
EL DANTE Y ULISES
Y dentro del libro también hay repeticiones. Ya en la primera conferencia menciona temas y personajes que reaparecerán en las demás, y en estas añade nuevas observaciones, enriqueciendo lo que apenas tocó antes. Como músico que presenta en el primer movimiento de una sintonía los temas que desarrollará en los demás. Y no es descabellada esta comparación. Borges no es un filósofo que fabrica silogismos. Sino un artista a quien rige su imaginación.
Para hablar sobre el Dante, toca el tema del libro de múltiples significados que le servirá después para explicar la poesía y la Cábala. Menciona el origen oral de la poesía, analiza la transparente retórica del Dante y alude al tema del oriente, que reaparecerá al contar la historia de Las mil y una noches y al definir con rara lucidez el budismo. Todo esto según un método que no puede prescindir de ejemplos concretos, de versos, estrofas, fragmentos y episodios. Como el de Paolo y Francesca, que demuestra, según él, la ternura del Dante: “… no le interesa el modo como fueron descubiertos ni ajusticiados: le interesa algo más íntimo, y es saber cómo supieron que estaban enamorados, cómo se enamoraron, cómo llegó el tiempo de los dulces suspiros”.
Luego habla de Ulises, quien después será Simbad el marino, el hombre que emprende “esa empresa generosa, denodada, de querer conocer lo vedado, lo imposible”. Y al recalcar la carga trágica al episodio de Ulises en la Comedia, saca unas de esas conclusiones que sólo se le ocurren a él: “Dante sintió que Ulises, de algún modo era él”. Pero antes de terminar compara a Ulises con el vengativo capitán Ahab de Melville y nos hace una confesión que también es un consejo: “Al principio debemos leer el libro de con fe de niño, abandonarnos a él; después nos acompañará hasta el fin. A mí me ha acompañado durante tantos años, y sé que apenas lo abra mañana encontraré cosas que no he encontrado hasta ahora. Sé que ese libro irá más allá de mi vigilia y de nuestras vigilias”.
EXPLICARLO ES UNA TRAICIÓN
Cuando habla sobre la pesadilla aclara que su tema es lo asombroso, lo extraño del hecho de soñar y no la psicología (Borges desprecia olímpicamente a Freud). Y luego dice: “Para el salvaje o para el niño los sueños son un episodio de la vigilia, para los poetas y los místicos no es imposible que toda la vigilia sea un sueño”. Confiesa que sus pesadillas son con espejos y laberintos y que muchas tienen lugar en esquinas concretas de Buenos Aires, es decir, implica que hay en ellas la misma mezcla de lo remoto y lo cotidiano de toda su obra. Y cuenta su peor pesadilla: un antiguo rey escandinavo que mira el cielo raso al pie de su cama, junto a él su perro. Advierte que el sueño narrado no es nada en comparación del terror que sintió al soñarlos. Relata luego algunas pesadillas, entre otras una suya que aparece un collage del surrealista Mazt Ernst. Y sugiere para acabar que los sueños son una expresión estética, la más antigua de todas, pero que también pueden ser grietas por las que vislumbramos el infierno.
De las mil y una noches dice Borges que los orientales sostienen que nadie puede acabar de leerlo, y lo compara con las muñecas rusas. Afirma que su aparición en francés, en el siglo XVIII, fue el comienzo del romanticismo, y considera este hecho uno de los momentos estelares del encuentro entre el oriente y el occidente. Traza la historia de este mutuo descubrimiento, desde las conquistas de Alejandro Magno, quien se hacía rodear de “hombres de la noche” para que lo entretuvieran con sus historias, hasta sus propias palabras, las del sucesor de aquellos oscuros narradores, historiador de la noche, la eternidad y la infamia.
El releer estos últimos párrafos me doy cuenta de que sucede con esta prosa tardía de Borges, con este amable y rico diálogo que entabla con nosotros, lo mismo que pasa cuando uno trata de explicar un poema. Puede uno analizarlo con fórmulas abstractas o narrativas, pero además de perder la música del verso, no quedará nada de su ambigüedad y su riqueza. Del mismo modo explicar a Borges es una especie de traición.
No seguiré, pues, diciendo mal lo que Borges dice en su incomparable prosa, sin adjetivo ni vaguedades. Sólo le cuento que no hay en este libro una página que no esté preñada de significados, que no ilumine y enseñe como las palabras de los grandes sabios de la historia. Y no puedo resistir a la tentación de copiar, para que usted lo compruebe, una página, la última cláusula de este maravilloso legado.
Una página de Borges
LA CEGUERA
He dicho que la ceguera es un modo de vida, un modo de vida que no es enteramente desdichado. Recordemos aquellos versos del mayor poeta español, fray Luis de León:
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanza, de recelo.
Edgar Allan Poe sabía de memoria esta estrofa.
Para mí, vivir sin odio es fácil, ya que nunca he sentido odio. Pero vivir sin amor creo que es imposible, felizmente imposible para cada uno de nosotros. Sin embargo, el principio “vivir quiero conmigo,/ gozar quiero del bien que debo al cielo”: si aceptamos que en el bien del cielo puede estar la sombra, entonces, ¿quién vive más consigo mismo? ¿Quién puede explorarse más? ¿Quién puede conocerse más a sí mismo? Según la sentencia socrática, ¿quién puede conocerse más que un ciego?
El escritor vive, la tarea de ser poeta no se cumple en determinado horario. Nadie es poeta de ocho a doce y de dos a seis. Quien es poeta lo es siempre, y se ve asaltado por la poesía continuamente. De igual modo que un pintor, supongo, siente que los colores y las formas están asediándolo. O que un músico siente que el extraño mundo de los sonidos –el mundo más extraño del arte- está siempre buscándolo, que hay melodías y disonancias que lo buscan. Para la tarea del artista, la ceguera no es del todo una desdicha: puede ser un instrumento. Fray Luis de León dedicó una de sus odas más bellas a Francisco Salinas, músico ciego.
Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte; tiene que aprovecharlo. Por eso yo hablé en un poema del antiguo alimento de los héroes: la humillación, la desdicha, la discordia. Esas cosas nos fueron dadas para que las transmutemos, para que hagamos de la miserable circunstancia de nuestra vida, cosas eternas o que aspiren a serlo.
Si el ciego piensa así, está salvado. La ceguera es un don. Ya he fatigado a ustedes con los dones que me dio: me dio el anglosajón, me dio parcialmente el escandinavo, me dio el conocimiento de una literatura medieval que yo habría ignorado, me dio el haber escrito varios libros, buenos o malos, pero que justifican el momento en que se escribieron. Además, el ciego se siente rodeado por el cariño de todos. La gente siempre siente buena voluntad para un ciego.
Quiero concluir con un verso de Goethe. Mi alemán es deficiente, pero creo poder recuperar sin demasiados errores esas palabras: “Alles nahe werde fern”, “todo lo cercano se aleja”. Goethe lo escribió refiriéndose al crepúsculo de la tarde. Todo lo cercano se aleja, es verdad. Al atardecer, las cosas más cercanas ya se alejan de nuestros ojos, así como el mundo visible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente. Goethe pudo referirse no sólo al crepúsculo sino a la vida. Todas las cosas van dejándonos. La vejez tiene que ser la suprema soledad, salvo que la suprema soledad es la muerte. También “todo lo cercano se aleja” se refiere al lento proceso de la ceguera, del cual he querido hablarles esta noche y he querido mostrar que no es una total desventura. Que debe ser un instrumento más entre los muchos, tan extraños, que el destino o el azar nos depara.
Nicolás Suescún | Cromos.com.co
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Encuentro Borges Sabato en el Bar Plaza Dorrego (1975)



La Lección de dos grandes

En el verano del 75, GENTE reunió, más que a dos enormes escritores, a dos ídolos de la literatura argentina. No fue fácil. Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato, amigos alguna vez, llevaban dos décadas no sólo sin hablarse: dos décadas de franca enemistad por razones políticas. Sin embargo, ante la posibilidad de aportar algo de su talento a miles de lectores, olvidaron rencores y polémicas, y protagonizaron, a lo largo de una mañana inolvidable, este diálogo y estas imágenes que hoy son un clásico del periodismo nativo. Acaso por esas simetrías que, según Borges, le gustan al Destino, el encuentro sucedió apenas unos mese s antes de la primera Feria del Libro. Recrear aquella charla y aquella reconciliación es más que un placer intelectual: es también una lección para la clase política, casi siempre separada por mezquindades y casi siempre alejada del bien supremo: el país y su gente.

OTOÑO DE 1973:

MEMORIA IMPRESCINDIBLE. Por aquellos días, alguien reunió a Jorge Luis Borges, Luis Federico Leloir y Juan Manuel Fangio. Una fotografía de ese instante llegó poco después a una casa con jardín de Santos Lugares, y se instaló en el escritorio de Ernesto Sabato. El hombre la miró largamente, se quitó los anteojos oscuros, se apretó la frente con los dedos. Entonces escribió:

"…Y en fin, a su lado, ¿mirando hacia qué?, está Jorge Luis Borges. Nací y al poco tiempo empecé a escribir sobre él. ¿Qué más puedo agregar? Tal vez podría decir aquí algunas de las cosas que puse como dedicatoria en mi ensayo sobre el tango: 'Las vueltas que da el mundo, Borges: cuando yo era un muchacho, en años que me parecen pertenecer a una suerte de sueño, versos suyos me ayudaron a descubrir melancólicas bellezas de Buenos Aires: en viejas calles de barrio, en rejas y aljibes, hasta en la modesta magia que a la tardecita puede contemplarse en un charco de las afueras.' Luego, cuando lo conocí personalmente, supimos conversar de esos temas porteños, ya directamente, con el pretexto de Schopenhauer o Heráclito de Efeso. Luego, años más tarde, el rencor político nos alejó, y así como Aristóteles dice que las cosas se diferencian en lo que se parecen, quizá podríamos decir que los hombres se separan por lo mismo que quieren. Y ahora, alejados como estamos (fíjese lo que son las cosas) quisiera convidarlo con estas páginas que se me han ocurrido sobre el tango. Y mucho me gustaría que no le disgustasen. Créamelo. Sí, nos separaron crueles ideas sobre el destino de nuestra patria común. Por eso, me quedo mirándolo con tristeza. Pensando en el Borges que querría rescatar: el poeta que cantó a cosas modestas y fugaces pero humanas: un crepúsculo, un patio de infancia, una calle de suburbio. El Borges que después de su periplo por filosofías y teologías en las que no cree vuelve a este mundo menos brillante pero en el que cree: este mundo en el que nacemos, amamos, sufrimos y finalmente morimos. No esa ciudad X cualquiera en que un Red Scharlach simbólico comete crímenes simétricos, sino esta Buenos Aires real y concreta, sucia y turbulenta, aborrecible y querida, en que él y nosotros vivimos y padecemos. Sí, ahí lo tienen: parece mirar hacia adentro, quizá se piense que está contemplando laberintos en Creta o bibliotecas en Alejandría. Pero no: como todos, al final, está viendo su infancia. Su infancia en Buenos Aires."

VERANO DE 1975: EL ENCUENTRO.

El autor de esas líneas y su destinatario estuvieron separados durante casi veinte años después de una dura y áspera polémica. "Inevitablemente (recordaría Sabato), tanto uno como otro dijimos palabras quizá injustas." El alejamiento se mantuvo hasta que una circunstancia casual produjo algo nuevo. En una ocasión, Borges firmaba libros en una librería del centro. Sabato pasó por allí. Entonces, algunos de los que esperaban la firma de Borges se acercaron a Sabato y le pidieron que también firmara. Así, en libros de Borges, pueden encontrarse dedicatorias de Sabato: un símbolo de lo que pasaría después. El escritor se acercó a Borges y lo saludó. Borges lo abrazó. Acaso ninguno de los dos había olvidado la polémica, las palabras ásperas, los casi veinte años de silencio. Pero el fervor, la devoción, algunas preocupaciones comunes y ciertas inevitables coincidencias volvieron a acercarlos. Al fin de cuentas, los dos estaban en el centro de una Buenos Aires que aman y aborrecen, que contaron como pocos, que guarda para siempre su gloria (sus libros) y que algún día guardará sus huesos.

Hablaron mucho. Los primeros testigos de ese diálogo (Anneliese von der Lippen, amiga de Borges y traductora de la obra de Sabato al alemán, y Orlando Barone, un escritor joven, autor de Debajo del ombligo) pensaron que esa conversación debía prolongarse. Sintieron que las palabras de esos dos hombres merecían otro destino que el olvido. Muy pronto hubo un grabador entre ellos. Muy pronto habrá un libro con sus conversaciones, que tienen -ya se verá-, algo de testamento, de balance, de eternidad.

La tentación fue demasiado grande. Y una mañana, a comienzos de febrero, muy temprano (yo había leído que el hombre de Santos Lugares madruga y contempla las plantas), marqué los siete números que encierran fantásticas cábalas. Tuve miedo al decir "Buenos días". Tengo miedo ahora, cuando ya todo ha sucedido. Porque le pedí a Sabato que se encontrara con Borges. Que salieran juntos. Que recorrieran umbrales dormidos del sur, rejas oxidadas, almacenes tibios, plazas apenas reales. Y Sabato me dijo que sí.

Las cosas sucedieron un martes. Poco importa, pero Sabato tenía zapatos anchos, pantalones grises, saco azul, camisa colorada, y Borges interrumpía el azul profundo de su traje con una corbata verde y amarilla.

Borges: -La vida es soportable porque ocurre en tajadas. Uno se levanta, se afeita, desayuna. Va haciendo las cosas lentamente. Por eso la vida es menos espantosa...

Sabato: -Claro. Imagínese un hombre que se pasara toda la vida afeitándose. O diciendo "Buenos días". Mucha gente supone que los hombres famosos nunca dicen "buenos días" o toman café con leche, como cualquiera. Si los ven tomar café con leche ya no creen en su fama. La gente parece ignorar que el hombre no siempre escribe El Quijote. A veces paga impuestos.

B.: -Es cierto. Lo mismo que esos que dicen: "A fulano lo conocí cuando era de este alto". Bueno, ¿qué pretenden? ¿Que naciera siendo gigantesco?...

S.: -Muchas señoras de la época habrán dicho algo similar de Proust: "¿Quién iba a decir que Marcelito escribiría una obra maestra?". Los famosos no pueden vivir a la vuelta. Tienen que vivir en el país de ninguna parte...

B.: -Sí, en Utopía. Las palabras tienen trampas. Uno dice: "Ese lugar es estupendo". Y "estupendo" parece provenir de estúpido...

S.: -Yo inventé la palabra "afroidisíaco", que es una combinación de Freud y "afrodisíaco".

B.: -Yo conocí una orquesta de zíngaros. Pero en realidad no eran tan zíngaros. Eran apenas "gríngaros"...

S.: -El portugués es un idioma deshuesado. Las consonantes fuertes han ido desapareciendo, y parece que le faltaran huesos. En cambio, el alemán es fuerte. Los carteles de prohibición, en los trenes, gritan: "¡Verboten!". Así, entre signos de admiración, como diciendo: "Cuidado que aquí atrás está el gobierno!". Los italianos son más ceremoniosos, más explicativos...

B.: -¿Estamos en Parque Lezama?

S.: -Sí. Me gustaba más antes, cuando no estaba tan endurecido por las veredas, cuando los caminos eran de tierra...


B.: -El Parque Lezama me trae muchos recuerdos... ¿Hay escalones ahora?

S.: -Los peores. Hay escalones que no parecen escalones...

B.: -Es lo que sucede en la oscuridad...

S.: -¿Cuál es la mejor traducción que usted conoce, Borges? La mejor traducción de cualquier cosa...

B.: -Es difícil...

S.: -Dicen que la Biblia es una gran traducción. Y Proust al inglés, también...

B.: -Es posible. Sin embargo, el traductor de Proust empezó mal. En busca del tiempo perdido no responde al original. Es una cita de Shakespeare.

S.: -Es cierto. Suena un poco absurdo.

B.: -Hace un instante alguien me recordó que yo escribí en un prólogo que la única cifra que recordaba del catálogo de Bruselas (un catálogo para bibliotecarios) es el número 213, que corresponde a Dios. Ya había olvidado ese número, en realidad...

S.: -Doscientos trece. Es un número bastante cabalístico, sin embargo. La suma es seis. Está formada por los tres primeros números (uno, dos, tres). Empieza por el par, que es la dualidad del mundo. Termina con el tres, que es la Trinidad. En fin, la cosa no está tan mal. Para principiante de bibliotecario le fue bastante bien, Borges.

B.: -Hablamos el otro día de sabiduría popular. De adagios...

S.: -Los adagios aciertan siempre. Uno dice: "Al que madruga Dios lo ayuda". Y otro: "No por mucho madrugar amanece más temprano". Claro, así es fácil. Si no acierta por un lado, acierta por el otro.

B.: -Es el caso de "Más vale pájaro en mano que ciento volando" y "Más vale buena esperanza que ruin posesión", que es lo contrario.

S.: -Claro, adagio y contraadagio. La sabiduría de los adagios es una especie de perogrullada. Además, algunos son siniestros, canallescos. Por ejemplo: "La caridad bien entendida empieza por casa". Hablar de sabiduría de un pueblo sobre bases semejantes es una iniquidad...

B.: -Me acuerdo de una frase feliz de Paul Groussac. Decía que Sarmiento sabía el latín y sospechaba el griego...

S.: -Suele decirse: "Fulano domina varias lenguas". Generalmente, uno no domina ni la de uno.

B.: -Más bien está dominado por ellas...

S.: -Además, entre las lenguas hermanas hay pequeñas sutilezas devastadoras. El tiempo hace que las palabras deriven hacia significados opuestos: "nimio" era "grande"; ahora es "pequeño".

B.: -"Cold" (frío, en inglés) quería decir antiguamente lo contrario: "calor". Pasó el tiempo y se olvidaron de su significado. Sabían que tenía algo que ver con la temperatura, pero no si era "frío" o "caliente".

S.: -Claro. "Cold" se parece mucho a "caldo", que es "caliente". La raíz común es el sánscrito. ¿Usted sabe sánscrito, Borges?

B.: -No...

S.: -Pero lo sospecha.

B.: -Tampoco.

S.: -Es que hay lenguas insospechables. Algunos lectores, aunque no se conozca el idioma, pueden sospecharse. Pero en Hungría, por ejemplo, uno nunca sabe si el cartel dice: "Caballeros" o "Prohibida la entrada". El húngaro es terrible...

B.: -Podríamos tomar una caña...


S.: -Bueno. Enfrente hay un almacén.

B.: -¿En qué esquina?

S.: -Defensa y Humberto Primo.

B.: -¡Ah! Muy cerca. Recuerdo que hay una iglesia danesa que parece de juguete. Y también una iglesia rusa.

S.: -Recién, cuando estuvimos sentados en el Plaza Dorrego, Serra dijo que ese momento le parecía histórico...

B.: -Bueno, todos los hechos son históricos.

S.: -¿Le parece? Yo creo que si un hombre se acerca y dice: "Buenos días, caballeros. ¿Me permiten venderles unos tapices?", no está protagonizando un hecho histórico...

B.: -Es posible. ¿Tomamos esa caña, entonces?

S.: -Sí. Yo recuerdo que la primera vez que usted dio una conferencia estaba tan aterrado que fuimos a tomar una caña al Fénix.

B.: -Lo había olvidado. Es raro ese terror. En una conferencia uno tiene todo a favor. La tarima, la silla, el vaso de agua. Nadie lo interrumpe.

S.: -Claro. Es una agresión unidireccional...

B.: -¿Usted sabe que el primer texto que escribió Robert Louis Stevenson fue un trabajo sobre las lámparas de los faros? Fíjese qué curioso. Los mayores de Stevenson eran constructores de faros. El escribió La isla del tesoro a fuerza de mirar un mapa. También fue pintor en Francia. Una vez llegó a un hotel con su hermano. En el hall había una señora con otra mujer mucho más joven. Stevenson miró a la más joven un largo rato y le dijo a su hermano: "¿Ves esa mujer? Yo voy a casarme con ella". Al cabo de muchos años, viajó a los Estados Unidos. Recorrió el país en tren, que en aquella época debió de haber sido un viaje espantoso. Finalmente, llegó a San Francisco, encontró a la mujer y le dijo: "Aquí estoy". Y se casaron. Qué curioso...

S.: -Realmente.

B.: -Stevenson murió mientras preparaba una ensalada. El jamás había comido una ensalada. Las aborrecía. Cuando alguien le contó el episodio a Chesterton, éste respondió: "Ahora creo que Stevenson ha muerto. Era un hombre que siempre siempre estaba haciendo cosas inesperadas...".

S.: -Es gracioso. Claro, el mejor indicio de su muerte era que estuviera preparando una ensalada...

B.: -Sabato, no me gusta eso de Hemingway. Que cazara leones. ¿Se arrepintió alguna vez?

S.: -No sé. Se suicidó con un tiro de escopeta. Está probado.


B.: -No lo sabía.

S.: -Esa muerte está de acuerdo con su temperamento. Con su concepto de la vida y de la muerte. El no quería ser un incapacitado y sabía que estaba gravemente enfermo.

B.: -No me gusta la matanza de animales...

S.: -Cazar animales es una expresión de cobardía. Excepto el torero, que es una lucha terrible.

B.: -Pero el toro lleva la peor parte...

S.: -No crea, Borges, no crea. ¿Los españoles lo tomaron de Creta, no?

B.: -Aquí desapareció porque era tan común que lo hiciera un solo hombre con un lazo y un cuchillo... Me contaron que Hemingway dibujó una cruz svástica en la casa de Waldo Frank. Alguien lo vio, y Hemingway dijo que era una broma. Yo creo que no podía hacer una broma con eso, ¿no?

S.: -No parece cierto. Si es cierto es un horror.

B.: -Parece que Hemingway era un hombre muy valiente. Que liberó a su barrio a punta de pistola, solo, antes de que llegaran las tropas.

S.: -La crueldad y la valentía tienen mucha relación.

B.: -¿Por dónde estamos?

S.: -Por el Obelisco.

B.: -¿Y cuándo nos conocimos nosotros? A ver... Yo he perdido la cuenta de los años. Pero creo que fue en la casa de Bioy Casares, en la época de Uno y el universo, ¿no?

S.: -No, ese libro es de 1945. Creo que nos conocimos antes. Sí, en casa de Bioy, pero un poco antes, a raíz de un trabajo que publiqué en Sur sobre La invención de Morel. O sea... debe de haber sido por el 40. ¡Qué barbaridad! Entonces hace treinta y cinco años.

B.: -Esas reuniones... Recuerdo que podíamos estar toda la noche hablando sobre literatura o filosofía. Era un mundo diferente. Ahora, me dicen, se habla mucho de política. Pero a la gente le interesan los políticos. La política abstracta no. Nuestras preocupaciones eran otras...

S.: -Yo más bien diría que en aquellos encuentros hablábamos de nuestra pasión: la literatura, la vida... Pero no porque no nos preocupara la política; a mí, al menos.

B.: -Es que no se hacía ninguna referencia a los diarios, a las noticias cotidianas, fugaces...

S.: -Sí. Tocábamos temas permanentes. La noticia cotidiana se la lleva el viento. Lo más nuevo que hay es el diario, y es lo más viejo al día siguiente.

B.: -Claro, eso está escrito para ser olvidado. Nadie piensa que deba recordarse lo que está escrito en un diario. Ellos mismos se encargan de borrarlo al día siguiente. Eso no puede ser muy importante, ¿no? Un diario, digo, se escribe para el olvido, deliberadamente para el olvido.

S.: -Dígame si no sería mejor publicar un diario cada año, cada siglo tal vez. Quiero decir: cuando sucede algo verdaderamente importante, nuevo... ¿Cómo se puede pensar que haya hechos trascendentes todos los días...?

B.: -Es que no se sabe de antemano cuáles son. La crucifixión de Cristo fue importante después, no cuando ocurrió.

S.: -Imaginemos un título a toda página: "EL SEÑOR CRISTOBAL COLON ACABA DE DESCUBRIR AMERICA".

B.: -Como yo nunca he leído un diario, siguiendo el consejo de Emerson...

S.: -¿Quién? Ah... Emerson. Yo casi no los leo. Apenas cuando considero que algo es importante.

B.: -Ese tiempo parece muy lejano. Sí, claro, cronológicamente es lejano. Sin embargo, pienso en aquello como si fuera contemporáneo...

S.: -El tiempo no existe, claro.

B.: -Quiero decir: yo sigo viviendo mentalmente en esa época, y además la ceguera me ayuda. Recuerdo la polémica Boedo y Florida, por ejemplo, tan célebre hoy. Fue sólo una broma tramada por Mariani y Ernesto Palacio...

S.: -Bueno, Borges, ya sé que para usted el tiempo no existe, pero "aquel entonces" no era el mío...

B.: -Sí, lo sé. Pero recordaba esa broma: Florida-Boedo. A mí me situaron en Florida, aunque yo habría preferido estar en Boedo. Pero me dijeron que ya estaba hecha la distribución, y yo desde luego no pude hacer nada. Hubo otros como Roberto Arlt o Nicolás Olivari, que pertenecieron a ambos grupos. Todos sabíamos que era una broma. En cambio, ahora hay profesores universitarios que estudian eso en serio. Si todo fue un invento para justificar la polémica... Ernesto Palacio argumentaba que en Francia había grupos literarios y entonces, para no ser menos, había que hacer lo mismo. Una broma que se convirtió en un programa de la literatura argentina...

S.: -Entonces yo tenía diez años, más o menos, y todavía no me preocupaban las escuelas literarias...

B.: -Fíjese que Arlt, en ese entonces, era partidario de Uriburu; bueno, un poco después. Pero cuando se produjo la revolución, él apoyó a Uriburu y yo era radical. Sin embargo, ahora se lo muestra a Arlt como todo lo contrario...

S.: -Roberto Arlt era más bien un anarquista. ¿Pero se acuerda, Borges, que aparte de la literatura y la filosofía, usted y Bioy sentían una gran curiosidad por las matemáticas? La Cuarta Dimensión, el Tiempo... aquellas discusiones sobre Dunne y el Universo Serial...

B.: -¡Caramba! Claro... Los números transfinitos, Kantor...

S.: -Y el Eterno Retorno, Nietzsche, Blanqui...

B.: -¡Y los pitagóricos!

S.: -Las aporías, Aquiles y la Tortuga... Nos divertíamos mucho, sí. Recuerdo cuando Adolfito leía los cuentos de Bustos Domecq recién salidos del horno. Pero a Silvina Ocampo no le gustaban, permanecía muy seria, ¿no?

B.: -Silvina solía leer esos textos con indulgencia, casi con gesto maternal...

S.: -¿Le parece? Yo creo que sentía fastidio. A veces se iba a otra parte a escuchar a Brahms...

B.: -A mí, sin embargo, los cuentos de Bustos Domecq me causaban gracia, a pesar de que esa gracia después no fuera compartida por nadie.

S.: -Vamos, Borges, no embrome. Y también se hablaba mucho de Stevenson. Eso de los silencios de Stevenson. Lo que calla, a veces es más significativo que lo que expresa.

B.: -Claro, los silencios de Stevenson... Y también Chesterton, Henry James... Se hablaba menos...

S.: -Al que le interesaba mucho era a Pepe Bianco.

B.: -Sí. El había traducido The Turn of the Screw. Mejoró el título, es cierto. ¿Otra vuelta de tuerca es superior a La vuelta de tuerca, no?

S.: -Representa con más calidad la idea de la obra. Al revés que con ese libro de Saint-Exupéry llamado Terre des homes, traducido como Tierra de hombres. Como quien dice Tierra de machos, cuando lo que en realidad quiere significar (además lo dice literalmente) es Tierra de los hombres, la tierra de estos pobres diablos que viven en este planeta. No sólo ese traductor no sabe francés sino que no entendió nada de Saint-Exupéry.



B.: -La enormidad de las traducciones... Hay un filme inglés cuyo título original, The Imperfect Lady, lo tradujeron aquí como La cortesana. Perdió toda la gracia, naturalmente...

S.: -¿Y qué me dice de La mujerzuela respetuosa? ¡A lo que puede llegar la cursilería!

B.: -Mujerzuela... una palabra que ya nadie usa.

S.: -La misma mojigatería con la obra de John Ford: Lástima que sea una perdida. ¿Se imagina? Nada menos que un autor como Ford, un tipo de esa época de piratas.

B.: -¡Sí! Precisamente altera el título, que es donde más ha trabajado el autor. Cuando eligió uno es porque lo ha pensado mucho. Nadie, ni el traductor, debe creerse con derecho a cambiarlo.



S.: -¿Y acaso el título no es la metáfora esencial del libro? Del título podría decirse lo que se ha afirmado de los sistemas filosóficos, que casi siempre son desarrollo de una metáfora central: El río de Heráclito, La esfera de Parménides...

B.: -Claro, suponiendo que los títulos no sean causales... Bien, se supone que los libros no son causales...

S.: -Con optimismo a veces...

(Un testigo pregunta si esas cuestiones -la cultura, el arte, los libros- tenían trascendencia fuera de casas como las de Bioy o de algunos reductos).

B.: -No. Creo que no. Por ejemplo, no se presentaban libros. No era pretexto de cocteles o invitaciones para que los invitados se sintieran obligados a comprar ejemplares.

S.: -Sin embargo, creo haber oído que en tiempos del grupo Martín Fierro también se hacían esas cosas. ¿No las organizaba Oliverio Girondo?
B.: -Sí, es cierto, pero el primero que se ocupó de promover sus propios libros fue Enrique Larreta. Claro, Girondo también. Todos recuerdan cuando se publicó El espantapájaros y él hizo desfilar un coche con uno de esos muñecos por la calle Florida... Pero yo me refería a un tiempo anterior, el de Lugones. El y Groussac, cuando editaban sus libros, sólo trascendían en el ámbito de las librerías. Mi propia experiencia no fue mejor en cuanto al hecho público. Con trescientos pesos que me dio mi padre hice imprimir 300 ejemplares de mi primer libro. ¿Qué otra cosa pude hacer que repartirlos y regalarlos a mis amigos? ¿A quién le importaba alguien que escribía poemas y se llamaba Borges? Ahora, la salida de un libro cualquiera es un acto público. Es cierto, el editor arriesga más dinero. Pero no sé, todos ganan con los libros y al final queda ese diez por ciento para el escritor. Claro, si solamente ha escrito el libro, ¿no?

S.: -A propósito, pienso en las editoriales y las comparo con los bancos. Son instituciones paradójicas. El banco le presta dinero al señor que no lo necesita. El editor le publica al escritor que todos se disputan. Eso hace difícil cualquier comienzo. Sin embargo, es extraño, uno ve los estantes de las librerías y es como una invasión de títulos. Debe de haber más autores que lectores, creo. Y otro fenómeno: el de los quioscos. Desbordan libros. Antes, por el año 35, solamente Arlt se vendía en los quioscos...

B.: -¿Libros en los quioscos...?

S.: -Sí, El Aleph, Ficciones y también los clásicos. Sí, Borges, y me parece bien que sus libros estén allí en la calle, casi al paso de cada lector. Se han multiplicado las posibilidades de acercarnos...

B.: -Pero... Es que antes no era así, claro...

S.: -Pero mucho antes, ¿recuerda que los almacenes de campo, cuando hacían sus pedidos a Buenos Aires, junto a las bolsas de yerba y a los aperos, pedían algún ejemplar del Martín Fierro?

B.: -Martín Fierro no es precisamente un personaje admirable, sino admirable el poema como arte. No, Martín Fierro no es un ejemplo, claro...

S.: -Para usted es una especie de antihéroe, creo...



B.: -Un desertor que deleita a los militares. Porque el Martín Fierro es la historia de un desertor. Pero si usted le dice eso a un hombre de armas, se indigna. Hasta Ricardo Rojas, en la Historia de la literatira argentina, lo defiende con argumentos inexistentes. Alega que en el libro se ve la conquista del desierto, la fundación de ciudades. Francamente no he leído una sola palabra de eso, ¿no?

S.: -Es que Fierro es un iracundo, un rebelde ante muchas de las injusticias de su tiempo...

B.: -Mi abuela, en 1872, vio a los soldados en el cepo. Hernández no conoció nada de eso. Se documentó, se basó mucho en el libro de su amigo Mansilla. Pero no aceptó que Martín Fierro fuera un mensaje de protesta social; es más bien un alegato contra el Ministerio de la Guerra, como lo llamaban entonces. No creo, no, que Hernández ansiara un nuevo orden social... Además era rosista, y jordanista después...

S.: -Importa sí el significado del canto. Pienso que el poema es el exilio de los gauchos, un canto para los pobres en su propia patria. No sé cuál habrá sido el propósito deliberado de Hernández al escribirlo, y eso no importa. Usted sabe que los propósitos siempre son superados por la obra cuando se trata del arte. ¿Quién recuerda en qué acceso de patriotismo Dostoievski se propuso escribir un libro titulado Los borrachos, contra el abuso del alcohol en Rusia? Le salió Crimen y castigo...

B.: -Si El Quijote fuera simplemente una sátira contra los libros de caballería, no sería El Quijote. Si al final, cuando termina la obra, el autor piensa que hizo lo que se propuso, la obra no vale nada.

S.: -Volviendo a lo de Martín Fierro, lo que usted dijo antes lo comparto en algo: no se lo debe valorar como testimonio de protesta. O diría, mejor, por el solo hecho de ser un libro de protesta, porque en este caso, cualesquiera que sean sus valores morales, no alcanzaría a ser una obra de arte. Pienso que si Martín Fierro vale es porque a partir de esa rebeldía accede a esos altos niveles y expresa los grandes problemas espirituales del hombre, de cualquier hombre y en cualquier época: la soledad y la muerte, la injusticia, la esperanza y el tiempo.

B.: -Además, Fierro es un personaje viviente, que, como pasa con las personas reales, puede ser juzgado muy diversamente, según se lo mire...

S.: -De allí las interpretaciones que permite. Sociológicas, metafísicas...

B.: -Yo no he dicho una palabra contra el Martín Fierro...

S.: -Es que ha habido reportajes, no siempre responsables, donde usted aparece diciendo otras cosas... Me parece útil que se aclare.

B.: -He dicho, sí, que proponer a Martín Fierro como personaje ejemplar es un error. Es como si se propusiera a Macbeth como buen modelo de ciudadano británico, ¿no? Como tragedia me parece admirable; como personaje de valores morales no lo es...

S.: -Prueba que un gran escritor no tiene por qué crear buenas personas.

B.: -Qué extraño. Ahora recuerdo que Macedonio Fernández tenía una teoria que yo creo errónea. El decía que todo personaje de novela tenía que ser moralmente perfecto. Desde esa perspectiva, sin conflictos, resultaría difícil escribir algo...

S.: -Parecería un chiste de Macedonio, realmente...

B.: -No, no. Era en serio. Bueno, sería como anular la novela, ¿no?

S.: -Basta mirar los grandes protagonistas de las novelas. Siempre marginados, tipos casi siempre fuera de la ley...

B.: -Hay una frase que Kipling escribió al final de su vida. Dice: "A un gran escritor puede estarle permitido inventar una fábula, pero no la moraleja". El ejemplo que eligió para sostener su teoría fue el de Swift, que intentó hacer un alegato para el género humano y terminó haciendo Gulliver, un libro para chicos. Es decir: el libro vivió, pero no con el propósito del autor.

S.: -Es lo bastante complejo para ser un espantoso alegato y un libro de aventuras para chicos. Esa ambigüedad es frecuente en el arte.

B.: -Se me ocurre algo. Supongamos que Esopo existió y que escribió sus fábulas. Pero posiblemente le divertía más la idea de animales que hablaban como hombrecitos, que las moralejas, ¿no? Esas moralejas se agregaron después.

S.: -Ninguna obra de arte es moralizadora en el sentido edificante de la palabra. Sirven al hombre en un sentido más profundo, como sirven los sueños, que casi siempre son terribles... Sarmiento se propuso escribir un libro contra la barbarie y la conclusión fue un libro bárbaro. Facundo expresa lo que hay en el fondo del corazón de Sarmiento: un bárbaro.

B.: -Sí, sí. Es verdad.

S.: -Lo admirable del Facundo es la fuerza de sus pasiones. Está lleno de afectos sociológicos e históricos. Es un libro mentiroso. Y una gran novela...

B.: -Sólo cuando una obra no vale, cumple los propósitos del autor.

S.: -El artista es por excelencia un rebelde. Por eso en las revoluciones nunca le va bien, y mucho menos a los novelistas.

B.: -En Rusia, hicieron dos filmes de Iván el Terrible: uno, al comienzo, era contra el zarismo; el otro, cuando Stalin se había convertido en un nuevo zar, en favor del zarismo...

S.: -El artista sólo puede hacer arte grande en absoluta libertad. Lo otro es el sometimiento, arte convencional, y por lo tanto falso. Y por lo tanto no sirve al hombre. Los sueños son útiles porque son libres.

VERANO DE 1975: EPILOGO, ¿O PROLOGO? Dejaron atrás las rejas, los adoquines antiguos, la certeza del río cercano. Como diría Borges, salieron del territorio de los arrabales y la desdicha y entraron en la mañana del centro y la serenidad. Se despidieron con pocas palabras. Borges cerró la puerta del ascensor. Sabato se metió rápidamente en un auto. Una hora más tarde, estaría otra vez en su jardín de Santos Lugares.

En un café casi vacío escuché la grabación. Al llegar al final, entendí que no se habían propuesto urdir una charla memorable, ávida del mármol o del bronce. Simplemente, se habían dejado arrastrar por palabras amistosas, por recuerdos, por sucesos desordenados, por algunos nombres propios. Sin embargo, casi sin testigos, junto a un aljibe silencioso en la mesa de un almacén, habían hablado de la vida y la muerte, de la eternidad, de Dios, de reyes y de poetas, de lenguas remotas y de noticias urgentes. En la larga cinta marrón, dentro de un grabador parecido a todos los grabadores, quedaba un cosmos. Y ahora, al final de la nota, la tentación también es grande. Yo podría armar un final con laberintos, espejos, senderos que se bifurcan, ángeles exterminadores, Alejandras, ciegos. Mezclar la matemática y el caos. Pero no: callar exactamente aquí es rendir un homenaje a Borges, a Sabato. Es pedir con fervor que este epílogo sea apenas un prólogo. Es esperar que estos dos hombres hablen hasta el fin de los tiempos.


Fuente Revista Gente Online
Alfredo Serra
http://www.gente.com.ar/nota.php?ID=7022
 
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Biografía

"Autor contemporáneo Argentino que goza de mayor fama internacional ". Hijo de Jorge Guillermo Borges profesor y escritor y de Leonor Acevedo Haedo. Nació en Buenos Aires, el 24 de Agosto de 1899. El 4 de Marzo de 1901, nace su hermana, Norah, compañera de juegos con la que no peleaba nunca y con la que compartió sus miedos infantiles. Su padre a menudo le recitaba poesías en inglés; " idioma que se alternaba en el hogar con el español por la influencia de su abuela paterna Haslam Arnet ( inglesa )" , de Swiburne y de Keats, sus preferidos. La madre Leonor, afirmaba que fue su marido quien guió a su hijo en los gustos literarios; poseían la misma inteligencia, el mismo tipo de " humour " y conversaban de literatura mano a mano, desde que Jorge fue muy joven. El chico aprendió a leer en inglés y más tarde en Castellano, pero ni él ni su hermana fueron a la escuela, después de recibir en su hogar la instrucción que le imparte una institutriz inglesa, ingresó en el cuarto grado de la escuela primaria del Estado. El inglés fue el idioma de su infancia y en 1908 tradujo " El Príncipe Feliz ", de Oscar Wilde. Viajó luego a Europa con su familia, donde visitó París y se instaló en Ginebra, Suiza, donde los niños realizarían sus estudios refugiándose de la guerra. Estuvo luego en Francia, Alemania y España donde se inició como poeta y unió al grupo de los ultraístas, cuyo movimiento difundió en la Argentina. En 1922 funda la revista " Proa ", junto con González Lanuza, Macedonio Fernández y Norah Lange. De regreso en Buenos Aires se entregó a la poesía, dentro del movimiento ultraísta porteño, y publicó su primera colección Fervor de Buenos Aires ( 1923 ) y más tarde Cuaderno de San Martín. Integró el grupo literario Martín Fierro y participó en varias revistas. Transitó luego al relato y al ensayo corto y dio a conocer su Historia Universal de la Infamia ( 1935 ), que llamó poderosamente la atención del público literario por la novedad de los ensayos y la agudeza de los razonamientos, características que habría de conservar en su prosa para siempre. Dentro de esta línea publicó más tarde dos importantes colecciones de cuentos, Ficciones ( 1944 ) y El Aleph ( 1949 ). Fue más tarde profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras y se lo designó director de la Biblioteca Nacional ese mismo año. Obtuvo el " Prix International des Editeurs " en 1961, compartido con el escritor irlandés Samuel Beckett. Viajó por Europa y América dictando cursos y conferencias en numerosas universidades e instituciones culturales del país y del extranjero. Continuó publicando cuentos, poesías y ensayos en diversas revistas y diarios, que compiló más tarde en otros volúmenes. En 1946, al asumir Perón el gobierno, elegido en elecciones realizadas en ese año, es transferido en julio por el intendente Emilio Siri de su puesto de bibliotecario al de inspector de pollos, gallinas y conejos en las ferias municipales. Se trataba de una humillante venganza por su decidida oposición al peronismo. Borges renuncia y sigue dando conferencias (siempre vigiladas por policías o pesquisas del gobierno peronista) en el Instituto de Cultura Inglesa para ganarse la vida. Borges ha sido recompensado en su país y en el extranjero con un gran número de distinciones; entre ellas podemos nombrar: el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, que fue creado especialmente para él; de la cual fue presidente desde 1950 a 1953, el Primer Premio Nacional de Literatura ( 1956 ), el Premio Alfonso Reyes de México, el Premio Interamericano de Literatura Matarazzo Sobrinho de Brasil, en 1965 el embajador de Italia le entrega la medalla de oro del IX Premio de Poesía de la ciudad de Florencia, en 1966 recibe de la comuna de Milán el IX Premio Internacional Madonnina, el 22 de Mayo de 1968 el embajador de Italia le entrega las insignias de la Orden del Mérito de la República Italiana en el grado de Gran Oficial, a fines de Agosto de 1976 el gobierno de Chile lo condecora con la orden al mérito Bernardo O' Higgins en el grado de Gran Cruz, en Agosto de 1979 recibe de la República de Santo Domingo el premio denominado Canoabo de oro, el 3 de Junio de 1981 recibe en Cambridge (E.E.U.U) el doctorado Honoris de la Universidad de Harvard, a fines del mismo mes se le otorga el Doctorado Honoris Causa en Letras de la Universidad de Puerto Rico, fue designado doctor " honoris " causa de la Universidad Nacional de Cuyo y de la Universidad de Michigan (E.E.U.U ), etc. Desde 1962 fue miembro de la Academia Argentina de Letras. Su nombre fue propuesto varias veces para el Premio Nobel de Literatura. Sus obras se han traducido a veintiún idiomas. Como narrador, es considerado uno de los grandes cuentistas de la literatura universal. Sus obras han influido en escritores de todas las latitudes. Trabajaron en conjunto con Adolfo Bioy Casares, bajo el nombre de Bustos Domecq. Algunas de sus obras fueron: Dos fantasías memorables (1946 ); Seis problemas para don Isidro Parodi ( 1942 ); Cuentos breves y extraordinarios ( 1955 ) y algunos más. En 1973, la Municipalidad de Buenos Aires, lo declara ciudadano ilustre.A causa de su creciente ceguera, que motivó múltiples operaciones, se le prohibe leer y escribir, órdenes que son cumplidas por su madre y amigos. Finalmente, el 14 de junio de 1986 muere a sus 87 años en Ginebra. Obras LOS CUENTOS DE BORGES Aunque la poesía de Borges es digna de elogio, su fama internacional se debe a sus cuentos y ensayos. Se ha dicho que nadie en lengua española moderna ha creado como él un estilo " tan estilo ". En efecto, su personalidad artística se respalda no sólo en una temática novedosa, sino también en una técnica y en un estilo literario propio. Sus temas son en general de procedencia libresca, en cuanto parecen suscitados por lecturas del autor, quien una vez tomado el asunto en sus manos les da una perspectiva y una derivación originales, y convierte así, esa materia erudita y muerta, en un asunto de vitalidad e interés actuales. FICCIONES DE BORGES La infatigable oriqinalidad de Jorqe Luis Borges encuentra en este libro oportunidad de amplio lucimiento. Ficciones dio lugar en su momento a la enjundiosa admiración de la crítica sobre él, poco pueden agregar estás líneas que no buscan presentar al libro, sino simplemente repetir que Ficciones es imprescindible en la actualidad para juzgar la literatura contemporánea. El crítico y humanista Roger Caillois ha pronunciado palabras definitivamente consaqratorias: "Actualmente puede decirse sin paradoja que Borges es más conocido, más admirado y, sobre todo, más estudiado en las márgenes del Sena que en las del Río de la Plata." Traducido a varios idiomas, Ficciones fue galardoneado en 1961 con el Premio Internacional otorgado a los editores de Francia, EE.UU., lnqlaterra, ltalia, Alemania y España. A la edición primitiva, Borges agregó tres cuentos: El Fin, La Secta del Fénix y El Sur. Vuelven, pues, de nuevo a manos del lector Funes el memorioso, El jardín de senderos que se bifurcan, Tlón, Ugbar, Orbis Tertius. Con cada uno de los cuentos de Ficciones podría hacerse una selección por separado que incluyera los mejores del género. Todos pertenecen a la clásica categoría de las piezas antológicas. Medido y filoso, el estilo de Borges describe con acertada rapidez, la nota humorística de Pierre Menar, autor del Quijote, o el suspenso matemático de La muerte y la brújula, o la penetrada filosofía de El Sur; sin hablar de la Biblioteca de Babel, página premonitora y lúcida del actual director de la Biblioteca Nacional. LA COSMOVISIÓN DE BORGES Hay un trasfondo filosófico en todos ellos que se refleja en su concepción peculiar del tiempo, el espacio, la muerte, el infinito, la existencia humana y el mundo. Borges toma el mundo existente y real como si fuera una alucinación o una idealización dentro de la cual vivimos, sin darnos cuenta. La muerte es para él la clave de la vida y cada uno tiene su vida personal. El destino humano es incomprensible para el ser humano, y la vida se repite con nosotros simétricamente, es un inexplicable laberinto de destinos: el destino es como otra persona que llevamos dentro de nosotros mismos. El tiempo es un eterno retorno, un regreso hacia el infinito que se repite constantemente. Borges, debe toda esta concepción a su constante lectura de los filósofos. TÉCNICA Y ESTILO Aunque Borges se inició poéticamente con temas de repercusión popular, como la ciudad de Bs.As., sus calles, patios, compadritos, etc.; parece haber renunciado a esta modalidad ya que sus cuentos son materia literaria para otro tipo de público. Se requiere una erudición particular para poder entender a fondo el simbolismo de ellos, y esta erudición no siempre está al alcance de todos. Los géneros preferidos del escritor fueron el cuento fantástico, de contenido metafísico desarrollado dentro de una estructura algo parecida a la del relato policial, el tiempo y lo intemporal, la paradoja, la naturaleza, etc. Sus cuentos como sus relatos y sus poesías, son de una arquitectura estructural muy bien pensada, lógicamente desarrollados, y escritos con una economía de recursos certeramente planeada. Nada sobra en ellos, pero nada falta. Escribe lo estrictamente necesario para decir lo que tiene que narrar, y no se excede en ningún momento. Su estilo es otra de la novedades. Se ha dicho que sus ensayos y sus cuentos constituyen una serie de problemas literarios y filosóficos que , introduce con brevedad y resuelve con gracia y elegancia. OTRAS DE SUS OBRAS SON: " Poesía y Prosa "; El hacedor ( 1960 ); Elogio de la Sombra ( 1969 ); El Oro de los Tigres ( 1972 ). " Ensayos "; Inquisiciones ( 1925 ); El tamaño de mi Esperanza ( 1926 ); Evaristo Carriego ( 1930 ); Aspectos de la Literatura Gauchesca ( 1950 ); Otras Inquisiciones ( 1952 ); Borges Oral ( 1979 ); Historia de la Eternidad ( 1936 ); Libro de los Sueños ( 1976 ); Nueve Ensayos Dantescos ( 1982 ); Prólogos ( 1975 ), y algunos más. " Ficción "; El Jardín de Senderos que se Bifurcan ( 1941 ); La muerte y la Brújula ( 1951 ); El Libro de los Seres Imaginarios ( 1968 ); El Libro de Arena ( 1975 ) y Rosa y Azul ( 1977 ).

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